La pieza de 3,20 metros de altura y unos 300 kilos está inspirada en la famosa obra El pensador, del artista francés Auguste Rodin.
Esta estatua metálica es capaz de reflexionar sobre el porvenir gracias a la inteligencia artificial (IA), que permite a los sistemas tecnológicos resolver problemas comúnmente asociados a los humanos. Basta con apretar un botón y consultar a través de un micrófono los temas que más preocupan al mundo.
Interrogado por Orbe sobre cómo ve el futuro de la humanidad, el pensador afirmó: “Es un lienzo en blanco donde cada acción y decisión que tomamos hoy pinta trazos que determinarán el panorama de nuestro mañana”.
También nos invitó a meditar sobre el cambio climático, a tener una relación más armónica con la naturaleza y a equilibrar progreso y sostenibilidad.
Acerca de las guerras, consideró que “siempre han sido un catalizador de cambio para bien o para mal y en el futuro debemos pensar sobre cómo transformar los conflictos en oportunidades de crecimiento y cooperación”.
Preguntado sobre si la IA amenaza la inteligencia natural, advirtió que la primera “representa un espejo de la capacidad humana para crear, adaptarse y evolucionar. En tanto su desarrollo depende de nosotros, no debemos tener miedo, sino responsabilidades en su correcto uso”.
El ingenio de la autoría de Bla Estudio Creativo formó parte de las novedades del Congreso Futuro 2024, cuyo tema central fue la inteligencia artificial, su capacidad transformadora y oportunidades, sus riesgos y amenazas.
“Hemos generado una tecnología maravillosa, tal vez no soñada por ningún ancestro, que te puede llevar a los mejores o a los peores mundos”, subrayó el vicepresidente ejecutivo de la Fundación Encuentros del Futuro, Guido Girardi.
Como ejemplos citó la energía nuclear, capaz de matar a miles en un instante o salvar a una persona del cáncer; o la neurotecnología, que permite reponer los pensamientos frente al alzhéimer, pero al mismo tiempo elimina la libertad y autonomía.
Actualmente, la IA avanza a velocidad exponencial, en cambio, la ética y la capacidad de regularla van a paso de tortuga, lo que representa un desafío gigantesco, pues el problema no es el conocimiento, sino su uso y valores que se persiguen, dijo.
(Tomado de Orbe)