La entidad, defensora de la premisa de que los juguetes marcan a los niños, su personalidad y comprensión del mundo, realizó una exhaustiva investigación, tras la cual conformó una selección de piezas que perpetúan clichés y estereotipos.
Surgida como consecuencia de la queja de una visitante afrodescendiente de Estados Unidos, que demostró el sesgo racista de un juguete de hojalata creado en 1912 (un hombre negro que puede ser puesto a bailar mediante un mecanismo a cuerda), la investigación abarcó todo el patrimonio existente en la institución cultural.
Aunque esta alternativa no soluciona el problema de base, los expertos iniciaron un proceso de estudio y análisis de cada pieza, que terminó con la modificación de ocho juguetes de tal manera que no constituyeran representaciones denigrantes.
Por su parte, la industria da pasos de avance cada día con nuevas propuestas como el negocio online, creado por la curadora de la exposición Olaolu Fajembola, que ha logrado representar en sus artículos a niños de diferentes colores de piel, religiones o con discapacidades.
En un mundo donde las muñecas rubias y de piel clara dominan las estanterías, y las negras solo parecen la misma versión en un tono más oscuro, este proyecto apuesta por opciones realistas, que eduquen a los infantes sobre las diferencias.
Igualmente, se suma a la tendencia de los últimos años a nivel internacional, en la cual la famosa Barbie cuenta con versión asiática, africana o latinoamericana y se han diversificado las figuras de Playmobil, con policías negros, entre otras opciones.
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