Pero el asunto debe verse desde una perspectiva justa: hacia 1896, cuando tuvo lugar en Grecia la primera cita estival de los tiempos modernos, Vietnam era un país colonizado y más bien albergaba sueños independentistas que esperanzas olímpicas.
Antes que oro, plata o bronce, hasta 1975 los vietnamitas dedicaron todas sus energías a fundir plomo para librar sus guerras libertarias, primero frente a Francia y después contra Estados Unidos.
Todavía en 1976, a ocho décadas de los Juegos Olímpicos de Atenas, Vietnam no pudo ir a los de Montreal, Canadá, porque aún sangraba por muchas heridas. Todo cuanto pudo hacer ese año fue constituir el Comité Olímpico Nacional y aún esperar tres para que el COI lo reconociera.
Su azaroso camino hacia el olimpismo tuvo un primer gran hito en 1980, cuando participó en Moscú en los Juegos de la XXII Olimpiada. De medallas, ni hablar.
Solo fue en el 2000 (Sídney, Australia), cuando Vietnam conquistó su primera presea gracias a la taekwondista Tran Hieu Ngan, plata en la división de los 75 kilogramos.
Cuatro años después, en los XXVIII Juegos (Beijing, China), Vietnam conquistó otra del mismo color gracias al halterista Hoang Anh Tuan.
Debieron pasar dos citas para la siguiente, pero esta vez la cosa fue en grande: en los XXXI Juegos (Río de Janeiro, Brasil), a 120 años de los primeros en Grecia, y a 45 de su independencia, el país finalmente logró su primer título olímpico gracias al tirador Hoang Xuan Vinh en la pistola de aire a 10 metros.
El clamor no fue tan grande como el del día de la independencia, pero todavía la gente aquí saluda con especial respeto y admiración al atleta, quien en la cita carioca obtuvo además una de plata en la modalidad de pistola a 50 metros.
Vinh se mantiene activo y es una de las grandes esperanzas de su país en los Juegos de Tokio, pero desde mucho antes, y ojalá sea por siempre, Vietnam está trabajando por las medallas que acaso le interesen más.
Porque sin importar la edad, el sexo o la ciudad, al amanecer y al atardecer de cada día, millones de vietnamitas visten el atuendo que corresponda y salen a calles, plazas y parques a practicar el deporte o la actividad física más afín a sus gustos.
El espectáculo da gusto, sobre todo porque los practicantes no sueñan con medallas olímpicas, sino con realizar una actividad que durante siglos les estuvo vedada en razón de circunstancias históricas harto conocidas.
Y uno no puede poco menos que pensar que pocos pueblos como este hacen honor al lema olímpico de Citius, Altius, Fortius (Más rápido, más alto, más fuerte).
Quizás sea esa la cosecha más valiosa de los vietnamitas.
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