De las lágrimas hace un lustro a la redención olímpica, así se puede sintetizar la historia deportiva de la nacida en la ciudad de North Charleston, en Carolina del Sur, Estados Unidos, pero que representa a la isla caribeña, patria de su madre.
Este 2 de agosto la velocista dominó los 100 metros con obstáculos, después de cruzar la línea de meta en 12.37 segundos, para dejar en plata y bronce a la estadounidense Kendra Harrison (12.52), plusmarquista de la prueba, y la jamaicana Megan Tapper (12.55), respectivamente.
‘Realmente significa mucho. Este año entrené muy duro. Así que di todo lo que tenía en busca de ser campeona y lo conseguí’, afirmó feliz en rueda de prensa organizada en el Estadio Nacional de Tokio.
De principio a fin, la velocista tuvo una competencia redonda, como para espantar esos demonios que merodean sus pensamientos y la devuelven a aquel instante trágico que marcó la eliminación en su debut bajo la sombra de los aros entrelazados.
‘Ese momento marcha conmigo todo el tiempo. Siempre alguien me lo recuerda’, dijo antes de mencionar que sufrió la víspera un colapso por ese motivo. ‘No quería vivir una historia similar’.
Sin embargo, Camacho-Quinn tuvo su revancha y se unió a la tenista Mónica Puig como los únicos deportistas del territorio antillano en subir a lo más alto del podio en una lid de este rango.
‘Cuando abrí la temporada y vi dónde estaba, sentí que podía tener un año muy rápido y trabajé para lograrlo. No lo hice sola, porque tuve el apoyo de mis padres, la familia, los entrenadores y mis fans’, expresó colmada de felicidad.
Un periodo competitivo que todavía no culmina, pues le quedan varias presentaciones en la Liga de Diamante; no obstante, el principal designio lo cumplió y con creces, al estampar en semifinales un récord olímpico de 12.26, su marca personal y número uno del año.
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