Muchos de ellos se ven empujados cada vez más hacia el hambre y la pobreza, indicó ese organismo en alusión a datos de 2020, cuando casi un 12 por ciento de la población mundial (alrededor de 928 millones de personas) padecía inseguridad alimentaria grave.
De acuerdo con el FIDA, las últimas décadas han estado marcadas por las demandas de una población mundial en rápido crecimiento, el clima cambiante y la continua contaminación, aspectos que degradan a los ecosistemas que sustentan toda la vida en la Tierra.
Esta degeneración ambiental global contribuirá, a su vez, a la pobreza y la desigualdad, y los pequeños agricultores y los pobres de las zonas rurales serán los más afectados por estos desafíos ambientales y socioeconómicos, apuntó Candra
Samekto, oficial de programas del FIDA.
Para el experto los pequeños agricultores son particularmente vulnerables a los impactos de la degradación ambiental y el cambio climático, ya que su productividad y fuentes de ingresos dependen de los recursos naturales, incluida la disponibilidad de agua y tierra utilizables.
Según una estimación de la Agencia Europea del Medio Ambiente, por ejemplo, los bienes y servicios no comerciales relacionados con los ecosistemas representan el 89 por ciento de los ingresos totales de los pobres de las zonas rurales de Brasil, el 75 en Indonesia y el 47 en la India.
Con el fin de aliviar ese panorama, FIDA financia proyectos encaminados al aumento de la productividad agrícola y ganadera, y la restauración ambiental mediante el cultivo intercalado y la rotación de las siembras con variedades resistentes a la sequía ante la falta de lluvias.
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