Desde la salvaguarda de los polinizadores hasta la mejora de la fertilidad del suelo y la construcción de resiliencia frente al cambio climático, la biodiversidad es fundamental para abordar el hambre global, pero el tiempo corre y la humanidad necesita acciones antes de que sea demasiado tarde ya que su futuro depende de ello, advirtió.
Para apoyar esas urgencias, el FIDA anunció su compromiso de concentrar el 30 por ciento de su financiación climática a soluciones basadas en la naturaleza y en la agricultura rural a pequeña escala para 2030, las cuales promueven la conservación, gestión y restauración de los ecosistemas.
El fin es el amparo de la biodiversidad para contribuir a abordar los desafíos del cambio climático, la seguridad alimentaria, del agua y la salud humana, aseguró Houngbo.
‘Las comunidades rurales y los pequeños agricultores tienen un papel fundamental que desempeñar. Dependen de la biodiversidad, pero también son importantes custodios de la misma, ya que cultivan una gama más amplia de especies y variedades que las granjas a gran escala’, significó.
Las inversiones del FIDA a favor de la naturaleza tienen por objeto promover una biosfera saludable, aumentar la productividad y mejorar la seguridad alimentaria, la nutrición y la resiliencia al cambio climático.
De acuerdo con esa agencia de Naciones Unidas, ocho de cada 10 de las personas más pobres del mundo viven en zonas rurales y la mayoría depende de la agricultura para su sustento, y son las mismas que tienen más probabilidades de pasar hambre.
En 2020, hubo un aumento dramático de ese flagelo con 811 millones de hambrientos a nivel global.
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