Salvar hombres, mujeres y niños de una muerte segura a bordo de frágiles embarcaciones en el trayecto desde el norte de África hasta Italia; dotarlos de chalecos salvavidas comida y bebida, brindarles asistencia médica; y trasladarlos a un puerto seguro, dan sentido a su labor humanitaria.
Sobre estos y otros temas, Prensa Latina conversó con Kai Echelmeyer, quien desde mayo de 2020 es parte de Sea-Eye, donde labora como coordinador de los voluntarios en tierra y actúa a la vez como vocero de la organización.
El coloquio con Echelmeyer, transcurrió poco antes de embarcarse en su segunda misión de socorro marítimo a bordo de la Sea-Eye 4, nave de 55 metros de eslora construida en 1972.
En perfecto español, el máster en Matemáticas y con una licenciatura paralela en Política recordó que en los últimos años más de 20 mil personas perecieron ahogadas en el mar Mediterráneo de lo cual culpó a los Estados miembros de la Unión Europea.
A tal efecto, asumen su responsabilidad y nosotros como parte de la sociedad tomamos ese trabajo e intentamos rescatar la mayor cantidad posible de personas, indicó y precisó que “ese no es nuestro trabajo”, sino el de los Estados por lo que “rogamos que ellos lo hagan”.
En ese sentido, exaltó el significado de la misión de Sea-Eye en defensa de los derechos humanos, trabajo que demanda el concurso de muchas personas, y brindó detalles sobre el crecimiento de la ONG, la cual inició operaciones con un barco de pesca de 25 metros.
Foto de: Maik Lüdermann y Sea-Eye
De igual modo, explicó que pasó de ser “una pequeña asociación de puros voluntarios” a “una gran organización con personas que trabajan para ella como empleados”, como resultado de un proceso de desarrollo financiado con las contribuciones de más de mil personas.
Sea-Eye es una de las ONG aún activas en el rescate de migrantes en el mar Mediterráneo, a pesar de las limitaciones impuestas por las autoridades italianas a la labor de esas organizaciones en los últimos años.
La participación de las ONG en tareas de socorro marítimo comenzó en 2014, cuando cesó la Operación Mare Nostrum, creada el año anterior por Italia para salvar vidas a raíz de la tragedia de la isla de Lampedusa, la cual dejó un saldo de 368 personas muertas y alrededor de 20 desaparecidas.
Mare Nostrum fue sustituida por Tritón, iniciativa europea cuyo encargo fue la vigilancia en aguas internacionales a una distancia no mayor de 30 millas de las costas italianas.
Al menos una decena de ONG realizaron, hasta los primeros meses de 2017, operaciones de rescate integradas al sistema coordinado desde Roma por la Guardia Costera italiana, con mil 450 personas asistidas en 2014; 20 mil 63 en 2015; y 46 mil 796 en 2016
Las ONG operaron así hasta 2016 cuando, en septiembre de ese año, el diario británico The Financial Times publicó partes de un informe confidencial de la Agencia Europea de Guardia de Fronteras y Costas, el cual expresaba dudas sobre algunas de ellas, sin precisar cuáles.
Foto de: Pavel D.Vitko y Sea-Eye
En los meses sucesivos sectores mediáticos y políticos de derecha desataron una campaña acusándolas de estimular la migración ilegal e, incluso, de actuar en complicidad con los traficantes de personas, sin presentar pruebas.
Con el propósito de reforzar el control sobre las actividades de las ONG y el enfrentamiento al tráfico de personas desde Libia, el gobierno del entonces primer ministro Paolo Gentiloni elaboró a finales de 2017 un código de conducta firmado por las interesadas en continuar la labor de socorro marítimo.
Entre otras exigencias legales, administrativas y de procedimientos, la norma estableció la prohibición de ingresar en aguas territoriales de Libia, salvo en situaciones de grave e inminente peligro.
Además, comprometió a las ONG a no entorpecer la actividad de búsqueda y rescate de la Guardia Costera de la nación norafricana, considerada por todas como destino inseguro por las atrocidades cometidas allí contra los migrantes.
Desde entonces, los barcos y el personal con funciones a bordo fueron sometidos a inspecciones y controles más rigurosos, con medidas que incluyeron la retención administrativa en puerto, como ocurrió entre mayo y agosto de este año con la Sea-Eye 4, tras desembarcar a 408 migrantes en el puerto de Palermo.
A ese tema se refirió Echelmeyer quien señaló que en ese período más de 300 personas murieron en el mar Mediterráneo y afirmó que “algunas de ellas nosotros pudimos haberlas rescatado”.
Tras precisar que barcos de otras organizaciones están igualmente bloqueados sin poder realizar su labor, el vocero de Sea-Eye subrayó que esa política de bloqueo cuesta vidas y sigue así.
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*Este trabajo contó con la colaboración de PLTV, el departamento de Fotografía, el editor Roberto Molina, Antonio Rondón, jefe de la Redacción Internacional, y la webmaster Wendy Ugarte.