En un discurso pronunciado en el encuentro ‘Fe y ciencia: hacia la COP26’, promovido por la santa sede y las embajadas de Reino Unido e Italia en el Vaticano, el sumo pontífice señaló que la cita prevista del 1 al 12 de noviembre próximo podrá ofrecer así una esperanza concreta a las generaciones futuras.
Francisco prestó atención especial en su intervención a los conceptos de la mirada de la interdependencia y del compartir, el motor del amor y la vocación al respeto.
En ese sentido, señaló que reconocer que el mundo está interconectado significa no sólo comprender las consecuencias dañinas de nuestras acciones, sino también identificar comportamientos y soluciones e instó a ‘comprometernos con un futuro modelado por la interdependencia y la corresponsabilidad’.
Ese compromiso, dijo, se debe solicitar continuamente al motor del amor cuya fuerza propulsora, advirtió, no se pone en marcha una vez para siempre, sino que debe ser reavivada cada día.
El papa apuntó que esa es una de las grandes aportaciones ‘que nuestros credos y tradiciones espirituales ofrecen para facilitar este cambio de rumbo que nos hace tanta falta’ y añadió que ‘el amor es espejo de una vida espiritual vivida intensamente’.
Este desafío a favor de una cultura del cuidado de nuestra casa común y también de nosotros mismos tiene el sabor de la esperanza, porque no hay duda que la humanidad no ha contado con tantos medios para alcanzar este objetivo como los que tiene hoy, acotó.
Al enlazar esas ideas con la ‘vocación al respeto’, el papa subrayó que ese concepto significa ‘respeto por la creación, respeto por el prójimo, respeto por sí mismos y respeto hacia el Creador’ y también ‘respeto recíproco entre fe y ciencia’.
Al respecto, recordó lo expresado por él en su encíclica ‘Laudato sí’ sobre la necesidad de ‘entrar en un diálogo entre ellas, orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y fraternidad.
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