Esa cotización del billete verde es la corriente en el mercado paralelo, en tanto que los establecimientos autorizados carecen de divisas para sus operaciones y ante la escasez comerciantes sin licencia hacen su agosto.
Con varias inyecciones millonarias de dólares en la circulación, el Banco Central de El Líbano no detuvo la diaria depreciación de la moneda nacional y se teme por insubordinaciones populares como las ocurridas a principios de mes.
El Sindicato de Cambiadores de Dinero fijó este jueves una tasa de cuatro mil para la venta y tres mil 950 la compra, pero en unas pocas horas las casas de cambio cerraron sus ventanillas por falta de divisas.
Y hay sospechas de que muchos de los que compraron divisas a ese precio, luego lo comercializaron al que rige en el mercado negro.
Las autoridades correspondientes aspiraban a reducir la tarifa hasta tres mil 200, aunque es evidente que sus decisiones para ese objetivo no funcionan.
Se trata de medidas como bombear billetes verdes a las casas de cambio más grandes (Clase A), reprimir comerciantes ilegales y enjuiciar a quienes difunden rumores erróneos sobre el tipo de cambio.
También establecieron condiciones y límites de compra, a la vez de crear una plataforma electrónica para regular transacciones de divisas que aún espera por su puesta en marcha.
Los economistas afirman que una inyección exterior de dólares podría estabilizar la moneda nacional, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) como candidato más probable para lograrla.
En mayo último, el gobierno comenzó a negociar con el FMI un préstamo de 10 mil millones de dólares, condicionado, según los expertos, a reformas económicas que continúan sin aplicarse.
El presidente del Parlamento, Nabih Berri, describió de sospechoso y coordinado el colapso monetario y recabó la declaración por el gobierno de un estado de emergencia financiera para frenar el profundo y continuo descenso de la libra libanesa.
Las protestas están a la orden ante una depresión salarial de casi 80 por ciento, combinada con un aumento de casi 60 por ciento de los precios de bienes de consumo.
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