Los manifestantes cerraron los accesos en varias de las principales avenidas de Beirut y de otros centros urbanos con neumáticos en llamas y otros objetos.
La Plaza de los Mártires en esta capital fue uno de los objetivos con amenazas de los insubordinados contra quienes intentaban pasar con sus vehículos.
También estuvo bloqueada la avenida Bechara al-Khoury, una arteria que lleva desde la costa al aeropuerto internacional Rafik Hariri, al igual que el puente del Anillo, una conexión entre este y oeste de la ciudad.
Las personas enfurecidas por el dramático deterioro de sus condiciones de vida, dijeron llegar al límite de la paciencia por los apagones de hasta 15 horas diarias y una depreciación de 85 por ciento de la libra libanesa respecto al dólar estadounidense.
Por esta última causa, 90 de cada 100 libaneses vio una reducción ostensible de su poder adquisitivo, en tanto que los comerciantes transfieren a los clientes esa diferencia de valor con aumentos notorios de precios.
El presidente libanés, Michel Aoun, admitió la legitimidad de las protestas y recabó del gobernador del Banco Central (Banque du Liban), Riad Salameh, una explicación sobre la desmesurada depreciación de la moneda nacional.
Aoun consderó que las malas prácticas en la política monetaria condujeron a una crisis financiera y social que empujó a la gente a alzar la voz con razón y tomar las calles.
Es una reacción legítima, precisó una nota de la oficina mediática presidencial, porque no se puede permanecer en silencio cuando otros roban al erario y ven desaparecer sus ahorros.
‘El derecho a protestar es sagrado y solicitó a las fuerzas de seguridad protección para los manifestantes, la propiedad pública y privada y el derecho a la circulación vial’, indica el texto.
La ignición de las protestas masivas la ocasionó una cotización de 10 mil por unidad cuando la tarifa oficial sigue fijada en mil 500.
Fotografías y videos de las protestas comenzaron a ser virales en las redes sociales bajo la etiqueta ‘El Líbano No Está Bien’.
Con la peor crisis económica y financiera en décadas, el país del Mediterráneo oriental vive una agudización de sus problemas tras la explosión en el puerto, en agosto de 2020, y la pandemia de la Covid-19.
La detonación en la terminal portuaria capitalina dejó un saldo de unos 200 muertos, miles de heridos y pérdidas calculadas en varios miles de millones de dólares.
Mientras, el nuevo coronavirus obligó al cierre de todas las actividades económicas por semanas o meses y ante un creciente número de infecciones, las autoridades temen abrir del todo.
En cuanto a la generación energética, la compañía de electricidad apenas garantiza cuatro horas de servicio a la población, que ahora depende como nunca de generadores alternativos, cuyos dueños elevaron, sin explicación alguna, sus tarifas en casi 30 por ciento.
Tampoco hay un Gobierno efectivo desde agosto de 2020 y el primer ministro designado para reinstalarlo, Saad Hariri, y el presidente Aoun difieren en cuanto al número y la distribución de cargos para una alineación de 18 ministerios que ocuparían personas ajenas a los partidos políticos.
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