Durante las primeras horas del día, el tráfico en el país del Mediterráneo oriental quedó paralizado por los obstáculos colocados en las arterias principales de esta capital y en conexiones con el norte y el sur.
Aoun dijo que el bloqueo de carreteras va más allá de las protestas y lo describió de sabotaje dirigido a trastornar la estabilidad y la seguridad.
Las tropas y las fuerzas de seguridad deben cumplir con sus deberes, agregó, e imponer la ley sin dudarlo.
A lo largo de los últimos siete días consecutivos de protestas, los gendarmes y los militares mantienen distancia sin intervenir para reabrir carreteras bloqueadas o dispersar a los insubordinados.
Si la sublevación popular masiva iniciada en octubre de 2019 recurrió a concentraciones en plazas y lugares céntricos, la actual se centra en cerrar vías y calles importantes con la quema de neumáticos y otros objetos.
Samira Mehdi dijo a Prensa Latina que ese método no afecta a la elite gobernante y si a los trabajadores o ciudadanos de a pie, a los cuales impide ir a sus centros laborales o a gestiones personales.
Las manifestaciones antigubernamentales debían desarrollarse contra políticos y empresarios responsables de la peor crisis económica del país en décadas, subrayó.
Desde el martes pasado, los libaneses salieron a protestar cuando la moneda nacional llegó a un mínimo histórico de casi 90 por ciento de depreciación respecto al dólar estadounidense.
Ese día comenzó a cotizarse a 10 mil libras libanesas por un dólar, aunque el Banco Central mantiene la tarifa oficial a mil 500.
Por esa devaluación nueve de cada 10 libaneses vieron esfumarse sus salarios, en tanto que al unísono se registró un alza de precios en los mercados minoristas, cuyos dueños defienden sus negocios al transferir la diferencia a los clientes.
El primer ministro interino Hassan Diab advirtió que de continuar la situación ocurriría un caos y recabó de los políticos abandonar sus discordias y nominar un Gobierno del que carece Líbano desde el 10 de agosto de 2020.
La nación de los cedros sufrió una crisis tras otra con inicio en la insubordinación popular de octubre de 2019 para demandar cambios en la cúpula gobernante, la pandemia de la Covid-19 paralizante de la economía y la explosión que destruyó el puerto capitalino.
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