El emperador Naruhito y el primer ministro, Yoshihide Suga, estuvieron entre los que observaron en un monumento en Tokio un momento de silencio a las 14.46 p.m. (hora local), el momento en que comenzó el temblor hace una década.
Medios nacionales de prensa reportan que cientos de personas caminaron hacia la costa con ramos de flores y visitaron tumbas para orar por familiares y amigos.
En la ciudad de Otsuchi (norte), en la prefectura de Iwate, donde el tsunami destruyó el ayuntamiento y mató a unos 40 empleados, familias vestidas con trajes oscuros se reunieron en un terreno vacío donde solía estar el edificio.
Al mismo tiempo, en Ishinomaki (noreste), prefectura de Miyagi, decenas de residentes rezaron por las más de tres mil víctimas.
Hasta ahora se han gastado más de 30 billones de yenes (unos 201 mil millones de euros) en la reconstrucción.
Sin embargo, el ministro de reconstrucción, Katsuei Hirasawa, reconoció que el gobierno ha invertido menos de lo que podría en ayudar a las personas a reconstruir sus vidas, como ofrecer servicios de salud mental para casos de trauma.
Una década después, más de 40 mil personas aún no pueden regresar a sus hogares en Fukushima y sus alrededores, donde las áreas cercanas a la planta destruida todavía están prohibidas debido a la contaminación radiactiva.
Alrededor de 900 toneladas de combustible nuclear derretido permanecen dentro de los tres reactores dañados, y su eliminación es una tarea que, según los funcionarios más optimistas, llevará entre 30 y 40 años.
Los robots controlados a distancia con cámaras han proporcionado solo una vista limitada del combustible derretido en áreas que aún son demasiado peligrosas para los humanos.
El jefe de la planta, Akira Ono, asegura que la incapacidad de ver lo que está sucediendo dentro de los reactores significa que los detalles sobre el combustible derretido aún se desconocen en gran medida, y por ende representan todavía un potencial peligro en caso de terremoto.
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