Entre una y otra fechas, ese proceso político despertó grandes esperanzas de justicia social en los territorios del Caribe y más allá, por lo que estuvo constantemente amenazado por Washington y los granadienses debieron soportar numerosas agresiones hasta la llamada operación ‘Furia Urgente’.
Esa ocupación militar -considerada entonces como la mayor acción bélica desde la guerra de Vietnam (1955-1975)- no fue cuestionada por la OEA, pese a que acabó con importantes avances sociales que convertían a Granada en un ‘mal ejemplo’, según la justificación estadounidense.
En uno de sus primeros discursos, Bishop explicó: Si la gente ve que en Granada podemos avanzar con la medicina y educación gratuita, que los trabajadores pueden participar regularmente en un proceso de democratización, entonces hará preguntas en su propio país. Preguntarán por qué ellos no pueden recibir iguales beneficios.
Granada también tuvo estrechas relaciones de amistad y solidaridad con Cuba, Nicaragua y otras naciones progresistas y fue muy activa en el Movimiento de Países No Alineados, lo cual irritaba a Estados Unidos.
Desde el primer día de la revolución granadina, Estados Unidos movilizó numerosos recursos en campañas mediáticas para desprestigiar al gobierno del Movimiento de la Nueva Joya, frenar el desarrollo económico del país, realizar acciones terroristas e intentar asesinar a su líder.
Tras un atentado con explosivos en junio de 1980, Bishop sostuvo: ‘Estamos contra la explotación de nuestros recursos en beneficio de una minoría de corporaciones transnacionales y sus aliados. …Esta Revolución tiene espacio para todos los patriotas que están dispuestos a poner fin a la explotación. Por eso nuestro país está bajo ataque’.
El propio líder denunció que, entre otras acciones, Washington preparaba una agresión al país, que ya había ensayado en secreto en la isla puertorriqueña de Vieques, bajo el nombre de ‘Plan Pirámide’. También reveló conspiraciones en Estados Unidos para contratar a mercenarios en ataques armados contra su gobierno.
Durante 1981, y en dos ocasiones, Bishop escribió al entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, criticando la hostilidad de su administración.
Una de las notas señaló textualmente: ‘Confío en que Usted coincidirá conmigo en que no puede servir a los intereses de Estados Unidos, país rico y poderoso, el emplear su potencia para aplastar a uno de los países más pequeños y pobres del mundo’.
En una reunión regional en Granada, Bishop definió que ‘la clase dominante norteamericana siempre ha querido gobernar al mundo, ocupar la tierra de los demás, tomar los recursos de los demás’.
Y agregó que, con cada cambio en la correlación mundial de fuerzas, ‘lo ha tenido que hacer con nuevas técnicas; ha tenido que cambiar sus tácticas, usar acciones abiertas, como el desembarco de Marines, y también acciones encubiertas, como técnicas económicas, de propaganda y de desestabilización y agresión mercenaria’.
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