La crisis sanitaria no solo define la aplicación de un formato distinto al acostumbrado, sino que constituye un factor determinante y un arma de doble filo en los comicios, pues, al tiempo que propicia un debate sobre la gestión del Gobierno saliente, puede ser utilizada para ocultar o enmascarar problemas de gran repercusión social.
La fecha oficial de las elecciones es el 17 de este mes, pero la dirección del país aprobó dos jornadas de votación anticipada para garantizar el distanciamiento entre las personas y el cumplimiento de las medidas sanitarias.
Para los mayores de 70 años fue autorizada la posibilidad de enviar las boletas por correo y los ciudadanos pertenecientes a grupos de riesgo podrán acudir hoy y mañana a los numerosos colegios habilitados en las más disímiles locaciones como iglesias, teatros y viviendas.
Dichos lugares abren sus puertas a las 07:30 y cierran a las 21:00, hora local, durante los tres días que durarán los comicios, a los cuales se presentan candidatos de 37 partidos.
Según la guía de encuestas Peilingwijzer, el vencedor de la cita será el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD, por sus siglas en neerlandés), del primer ministro en funciones Mark Rutte, que puede obtener hasta 40 de los 150 escaños de la Cámara de Representantes.
No obstante, los sondeos auguran un complejo período de negociaciones para la formación de gobierno, lo cual remite a 2017, cuando las conversaciones para establecer una alianza se prolongaron durante siete meses y concluyeron con un pacto entre VVD, la Llamada Demócrata Cristiana, los Demócratas 66 y la Unión Cristiana.
Peilingwijzer también augura que la segunda fuerza más votada será el ultraderechista Partido para la Libertad (PVV), el cual podría alcanzar entre 18 y 20 asientos y dificultar las conversaciones.
Sin embargo, el ascenso de esa formación no es el único factor preocupante en esta ocasión, según advierten analistas y medios de prensa.
Después de una década como primer ministro, Rutte se enfrenta ahora a una votación que analizará su desempeño al frente del país durante la pandemia y que tendrá lugar dos meses después de su dimisión debido a un escándalo relacionado con acusaciones de presunto fraude contra familias de migrantes.
El 15 de enero de este año, el Ejecutivo en pleno presentó su renuncia, tras conocerse que el Ministerio de Economía exigió a esas personas la devolución de ayudas vinculadas al cuidado de sus hijos y obligó a muchas de ellas a endeudarse e, incluso, a perder su residencia.
Las víctimas fueron discriminadas por su origen y, aunque Rutte prometió solucionar el problema, las autoridades fiscales se niegan a dejar de cobrar la supuesta deuda.
Desde entonces el político liberal-conservador gobierna de manera interina y se enfrenta a un complejo escenario, marcado por numerosas manifestaciones contra la aplicación de medidas restrictivas para contener la propagación del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la pandemia.
Sin embargo, no es la primera vez que Rutte dimite, pues lo hizo en 2012 ante una crisis política generada por divergencias con el PVV y fue reelecto durante los comicios anticipados de ese año.
En declaraciones a medios de prensa, el sociólogo e investigador Paul Schnabel explicó que, en las condiciones actuales, la renuncia de la administración supuso una salida para evitar un debate parlamentario con la presentación de una moción de censura que iba a perder.
No obstante, aunque las encuestas le favorecen, repetir esa táctica puede traer resultados inesperados y, de confirmarse las previsiones, el líder de VVD deberá solucionar de inmediato los asuntos pendientes.
Más de 26 mil familias, la mayoría de origen extranjero, esperan una respuesta ante las graves afectaciones sufridas tras ser acusadas injustificadamente de estafar al Estado.
Por otra parte, crecen las disconformidades por el confinamiento debido a la pandemia y la suspensión de la vacunación a causa de problemas presentados por la farmacéutica AstraZeneca.
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