En el mercado paralelo, la libra libanesa comenzó esta jornada con un valor de 15 mil por dólar estadounidense que implica una devaluación de más de 90 por ciento respecto al cambio oficial de mil 500.
Esa tarifa arrastra a la miseria a nueve de cada 10 libaneses que vieron esfumarse sus salarios ante una subida de precios en los mercados minoristas a manera de compensar pérdidas.
Ante ese desplome, manifestantes siguen bloqueando calles, avenidas y carreteras en casi todo el país, aunque con mayor énfasis en esta capital, que permanecía cerrada hoy hacia el norte y hacia el sur.
A juicio de los expertos, la corriente crisis económica representa la mayor amenaza para la estabilidad del país desde la guerra civil de 1975-1990.
Para detener sus nocivos efectos, los empresarios despidieron trabajadores, las gerencias bancarias bloquearon las transferencias en divisas de los ahorristas y frente a una escasez de dólares norteamericanos, se disparó la tasa cambiaria.
El Banco Mundial notificó que la mitad de los seis millones de habitantes de El Líbano cayeron por debajo del umbral de pobreza, un elemento tomado en cuenta para temer una explosión social y un aumento de la delincuencia.
A su momento, el ministro interino del Interior, Mohammad Fahmy, alertó sobre el deterioro en la seguridad ciudadana derivado de las dificultades económicas y anticipó una nueva ola de asesinatos y hechos delictivos.
Y en todo caso, apuntó, nuestros efectivos están agotados y pasando por las mismas penurias de la ciudadanía.
Los comentarios de Fahmy sucedieron a los del jefe del Ejército, general Joseph Aoun, quien confirmó que los soldados sufren hambre como el resto de la nación y los políticos siguen sin ponerse de acuerdo para nominar un Ejecutivo.
En opinión de observadores, solo una alineación gubernamental podría dar un vuelco a la actual situación y a esos pronósticos con promulgación de medidas económicas y administrativas que allanen la ayuda internacional prometida.
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