La formación liberal-conservadora, en el poder desde 2010, venció las elecciones por cuarta ocasión consecutiva y obtuvo 35 de los 150 escaños de la Cámara de Representantes, tres más que los alcanzados en 2017, pero insuficientes aún para gobernar en solitario.
Rutte deberá, por tanto, intentar establecer una alianza con varias de las 17 formaciones que lograron representación parlamentaria, proceso que amenaza con ser complejo, según analistas y medios de prensa.
Como resultado de la cita, quedaron en segunda posición los Demócratas 66 (D66) con 27 asientos, en tanto el ultraderechista Partido para la Libertad alcanzó el tercer lugar con 17 puestos.
Por su parte, la Llamada Demócrata Cristiana descendió a los 15 escaños, por lo que la alianza que mantenía hasta ahora con el VVD y los D66 quedó debilitada.
El alto número de organizaciones representadas conlleva a una fragmentación de la Cámara, lo cual dificulta las conversaciones y, por tanto, el establecimiento de pactos para gobernar el país.
Según la prensa local, un factor preocupante de estas elecciones es el ascenso, aunque de manera dispersa, de formaciones de extrema derecha, muchas de ellas contrarias a las medidas para contener la pandemia de la Covid-19. Por otra parte, Rutte deberá poner fin al escándalo que provocó la dimisión en pleno del Ejecutivo y la convocatoria de los comicios.
Más de 26 mil familias, la mayoría de origen extranjero, esperan una respuesta ante las graves afectaciones sufridas tras ser acusadas injustificadamente de estafar al Estado.
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