El cuerpo celeste, que tenía una trigésima parte de la energía de la bomba atómica que explotó en Hiroshima en 1945, asomó en forma de bola de fuego en el cielo de Botswana en junio del 2018.
Según el estudio publicado, el viaje del objeto comenzó hace 22 millones de años y antes de romperse a 27 kilómetros sobre el suelo del desierto del Kalahari tenía casi dos metros de diámetro, pesaba 12 libras y viajaba a más de 37 millas por hora.
Cuando ocurrió el evento los especialistas pudieron localizar alrededor de 23 fragmentos de la roca desintegrada o meteoritos para su posterior análisis.
Sobre su lugar de origen, los investigadores del estudio sospechan que se trata de un trozo de Vesta, segundo cuerpo celeste más grande del sistema solar, ubicado en la parte interior del cinturón de planetoides entre Marte y Júpiter y que viajó desde allí hasta la Tierra.
El análisis indicó que la roca estuvo alguna vez enterrada bajo la superficie de Vesta, lo cual ayuda a fechar los orígenes de este último hace unos cuatro mil 200 millones de años.
‘Los del tamaño de un metro no son un peligro para nosotros, pero perfeccionan nuestras habilidades para detectar otros que se acercan’, dijo el coautor del estudio, Eric Christensen, sobre el que impactó en Botswana.
Este último fue detectado primero por científicos del programa Catalina Sky Survey de la Universidad de Arizona y ocho horas después apareció con un destello sobre el país africano.
El estudio citado es parte del programa de Defensa Planetaria de La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio estadounidense, interesado en buscar cualquier fenómeno de este tipo que se acerque al planeta Tierra.
Todo hallazgo en esta dirección tributa a la construcción de la historia del sistema solar, todavía inexplorado, concluyeron los expertos de la investigación.
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