La llama santa llegó anoche por el aeropuerto internacional capitalino Rafic Hariri vía Jordania.
Acompañada por el archimandrita (abate superior en la iglesia greco-ortodoxa), Yacoub Khalil, la antorcha recibió honores de dignatario a su arribo que encabezaron miembros del Encuentro Ortodoxo y el ministro interino de Obras Públicas Michel Najjar.
Las parroquias de esa variante cristiana realizarán desde este domingo sus acciones veneración del milagro anual que acontece en el mencionado recinto religioso en el territorio palestino ocupado por el régimen de Tel Aviv.
Atribuida a la resurrección de Jesucristo, la llama pone punto final a la Semana Santa de la iglesia greco-ortodoxa, unos días después que otras variantes religiosas recuerdan el calvario de Jesucristo.
Para la presente ocasión, los festejos por la fecha estarán marcados por el confinamiento de la población ante la pandemia de la Covid-19.
Una de las variantes derivará de transmisiones televisivas o por Internet como ocurrió durante el Domingo de Pascua de los católicos, maronitas y protestantes.
Sobre el milagro de ignición espontánea en la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén siempre hubo dudas.
Las autoridades israelíes que ocupan la ciudad sagrada para cristianos, musulmanes y judíos comprueban si el Patriarca encargado del ritual lleva consigo algún material inflamable antes de entrar al lugar donde sucede el episodio milagroso.
Con anterioridad, realizaban ese examen los soldados del imperio otomano que dominaron la región durante seis siglos con fin en la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Los súbditos turcos desconfiaban y aspiraban a que las velas no se encendieran, para que la gente perdiera la fe.
Después de descubrir que no poseía utensilio alguno con que prender fuego, el Patriarca del momento salió del Santo Sepulcro con las velas encendidas y al instante uno de los soldados cayó arrodillado y se convirtió al cristianismo, reza una de las anécdotas.
La tradición marca que el Sábado Santo al mediodía el Patriarca griego, seguido por sus pares armenio y copto, unidos a sus respectivas cortes, desfilan cantando tres veces alrededor del Santo Sepulcro.
Una vez acabada esa procesión, se lee una oración especial y el encargado de recibir el fuego se quita la túnica y entra solo al sitio donde ocurre la ignición espontánea.
Los prelados armenio y copto permanecen en la cámara donde se dice que el Ángel se le apareció a María Magdalena, después de la Resurrección de Jesús.
Después de la entrada del patriarca, el resto canta un himno religioso hasta que la Luz Sagrada baja y, en solitario, el patriarca con ella enciende 33 velas.
Tras ese milagroso episodio, una misión de religiosos con la sacra flama recorre una decena de países en los cuales se profesa la variante greco-ortodoxa y sus fieles rinden al símbolo homenajes al estilo de jefes de Estado y/o Gobierno.
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