Apodadas el ‘Super Jueves’ por la cantidad de puestos y cargos en juego, las elecciones se desarrollan bajo estrictas medidas de distanciamiento social para tratar de evitar la propagación de la Covid-19, causante directo de que se retrasaran las votaciones del año pasado.
Los electores están obligados a usar mascarillas para entrar a los centros de votación, y se les recomendó llevar su propio bolígrafo para marcar las boletas, mientras existen límites en cuanto a la cantidad de personas dentro de cada local.
Pese a tantas restricciones, es bueno poder ejercer al fin nuestro derecho al voto, aseguró a Prensa Latina una mujer que dijo llamarse Mary Ann, antes de ingresar al colegio electoral instalado en un centro comunitario del este de Londres para elegir al alcalde de la ciudad y a los 25 miembros de la Asamblea capitalina.
En total, alrededor de 48 millones de electores están convocados a elegir a cinco mil concejales, 13 alcaldes, 39 comisionados de Policía, 129 miembros del parlamento regional escocés y los 60 del galés y al nuevo representante del distrito inglés de Hartlepool en la Cámara de los Comunes del Parlamento británico.
Todas las miradas se concentran, sin embargo, en Escocia y en Hartlepool, aunque por motivos diferentes.
En Escocia, una victoria arrolladora del Partido Nacional Escocés en la puja por los asientos parlamentarios allanaría el camino a los independentistas que presionan a Londres para que acceda a permitir otro referendo sobre el tema.
El gobierno central considera que el resultado de la consulta realizada en 2014, cuando el 55 por ciento de los escoceses votó a favor de seguir siendo parte del Reino Unido, fue definitorio, y no se repetirá en esta generación.
Los independentistas alegan, sin embargo, que el Brexit trastocó el escenario político, pues la mayoría de los escoceses optaron por continuar dentro de la Unión Europea en el referendo de 2016.
La notoriedad del pequeño pueblo costero de Hartlepool se debe, en cambio, a que la elección de un parlamentario es vista como una prueba de fuego tanto para el primer ministro conservador Boris Johnson como para el líder del opositor Partido Laborista, Keir Starmer.
Para Johnson, arrebatarles a los laboristas uno de sus bastiones sería un triunfo de envergadura, en medio de las críticas por su manejo de la pandemia y los escándalos por presunto pagos ilegales y tráfico de influencia.
Starmer, quien asumió la jefatura del partido cuatro meses después de la debacle laborista en las elecciones generales de diciembre de 2019, considera que una victoria en Hartlepool sería un buen comienzo de cara a los próximos comicios nacionales.
Debido a las restricciones impuestas por la pandemia, los primeros resultados del ‘Super Jueves’ no se conocerán hasta el viernes, mientras que los votos por el parlamento de Escocia se conocerán el sábado.
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