Según los resultados oficiales, la candidata conservadora Jill Mortimer obtuvo casi siete mil votos más que su rival, Paul Williams, en la contienda por ocupar el puesto que quedó vacante tras la renuncia del anterior legislador laborista Mike Hill, envuelto en un escándalo de acoso sexual.
Pese al relativo poco peso de un asiente más o menos en un Parlamento dominado por los Conservadores desde su arrolladora victoria en las elecciones generales de diciembre de 2019, donde obtuvieron 365 escaños por 202 los laboristas, Hartlepool era visto como una prueba de fuego tanto para el primer ministro Boris Johnson como pare el líder opositor Keir Starmer.
Para Johnson se trataba de medir el grado de aceptación de su partido después de concretar el Brexit y sobre todo, por las críticas a la gestión del gobierno frente a la pandemia de Covid-19.
Starmer, quien tras reemplazar a Jeremy Corbyn cuatro meses después de la apabullante derrota en las urnas prometió reformar el partido, buscaba retener Hartlepool como una muestra de apoyo a su gestión, frente a quienes lo acusan de pretender llevar al laborismo hacia el centro del espectro político británico.
Tras confirmarse la victoria conservadora en el pequeño pueblo inglés, las redes sociales se inundaron con llamados a la renuncia del líder laborista, quien días atrás dijo que asumiría toda la responsabilidad por los resultados.
En los comicios de la víspera millones de británicos también eligieron a sus autoridades locales, desde concejales, alcaldes, diputados y jefes policiales hasta los miembros de los parlamentos regionales de Escocia y Gales.
En el caso de Escocia, una victoria mayoritaria del Partido Nacional Escocés allanaría el camino a los independentistas que presionan por otro referendo sobre el tema, pese a la oposición del gobierno central, que dio por zanjada la cuestión en 2014, cuando el 55 por ciento de los escoceses votó por permanecer dentro del Reino Unido.
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