‘Ni en los tiempos de la guerra (1975-1990) estuvo así’, comentó a Orbe Marisé Machnouk.
Con la moneda local depreciada a más de 80 por ciento frente al dólar, aumentos de precio en los bienes de consumo, alza del desempleo o en el mejor de los casos reducciones de salario, el panorama libanés es poco alentador.
Hay comercios en la famosa calle que se defienden con subida de sus ofertas como The Way, especializado en venta de libros, pero la clientela solo se queja y si acaso uno o dos adquieren algún ejemplar.
Otros mantuvieron sus productos a igual precio que antes de la crisis, aunque nunca fueron artículos baratos, dice Leila, la dueña de una tienda de ropa, quien asegura que las famélicas ventas no dan para actualizar las mercancías. ‘Vendemos una prenda cada 10 días’, apuntó.
Ghassan, otro comerciante, no ha realizado venta alguna en un mes y al igual que otros centros comerciales, las luces y el aire acondicionado están apagados, a causa de los cortes de energía.
El gerente de Café Hamra, Mohammad, muy ocupado antes por la presencia diaria de centenares de personas, mira con tristeza una pareja presta a consumir, la única en todo el local.
Muchos comerciantes y empleados coinciden en que la comercial localidad inició declive antes de la actual crisis económica por diversas razones, entre ellas, la política, la migración y la competencia de otros lugares de moda.
Algunos resisten la tendencia a la quiebra y aún tienen terrazas con muchos clientes como algunos bares que se llenan en la noche, en uno de ellos, llamado Zakaria, el barman Ibrahim Barazi confesó que temían lo peor por la pandemia de la Covid-19.
Ese local mantiene una clientela estable e incluso mayor, pese a un aumento de los precios.
Barazi afirma que la instalación cuenta con leales que la sostienen a flote.
La barriada de Hamra experimenta una caída en desgracia de la cual tal vez se salva con la lealtad a la personalidad especial de la zona, aseguró, y aunque hay lamentos por doquier, la mayoría aspira a mantenerse en el vecindario.
‘Hamra se quedará’, asevera Barazi, porque tal vez ‘la gente se irá, aunque volverá, en tanto que sigue siendo el lugar por excelencia en Beirut donde las personas se conectan, independiente a religión, afiliación política o procedencia’.
(Tomado de Orbe)