Estados Unidos y Occidente no le dieron oportunidad a su gobierno de explicar los sucesos ni los por qué de la conducta adoptada, mucho menos esperaron los resultados de una investigación neutral de los organismos internacionales competentes.
No pasaron horas del incidente ocurrido el 23 de mayo para que llovieran denuncias, amenazas y las primeras sanciones contra el gobierno belaruso.
‘La situación está escalando de manera directa y clara. Está deliberadamente politizada, las acusaciones no confirmadas suenan y las etiquetas ya están pegadas’, comentó Anatoli Glaz, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Belarús.
Sobre el hecho, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, llamó a no evaluar la situación ‘de golpe y porrazo, ni de prisa y corriendo, sino que a partir de la totalidad de la información disponible’.
El Departamento de Aviación del Ministerio de Transporte de Belarús invitó a agencias aéreas y organismos internacionales a investigar sobre el aterrizaje de emergencia del vuelo de la línea área irlandesa en el aeropuerto de esta capital.
No obstante, en la semana varios gobiernos europeos prohibieron a sus aerolíneas sobrevolar territorio belaruso, otros cortaron toda comunicación aérea con el país, mientras la Unión Europea anunció nuevas medidas contra el gobierno de Alexandr Lukashenko.
Washington, por su parte, avisó que sumará otras sanciones a las proclamadas desde 2006 contra nueve empresas estatales belarusas, recomendó a sus ciudadanos que eviten viajar al país y que ‘tengan extrema precaución’ si consideran volar sobre su espacio aéreo.
A un lado quedaron ya las pruebas de los mensajes recibidos en distintos aeropuertos sobre la amenaza de bomba en la nave, el testimonio del piloto demostrando que la decisión de aterrizar en Minsk fue suya y no de las autoridades belarusas.
De nada sirvió la explicación de las autoridades belarusas de que el caza MiG-29 voló para escoltar a la nave en peligro hasta la terminal aérea y no para amenazar a su tripulación u obligarla a bajar el avión.
El presidente belaruso ha reiterado que las autoridades de su país reaccionaron de acuerdo con la información recibida. ‘¿Qué deberíamos haber hecho, especialmente en el contexto de una cascada de amenazas de bombas en nuestras instalaciones?’, preguntó.
‘Hicimos todo lo posible para salvar a la gente. Al día siguiente del incidente, se presentaron los planes de vuelo a cada minuto y a cada segundo. Todo es claro y comprensible’, indicó en un encuentro con legisladores y altos funcionarios del gobierno.
Pero de nada valió. Para los acusadores, Belarús ‘secuestro’ el vuelo de Ryanair entre Atenas y Vilna con el objetivo de arrestar a Roman Protasevich, uno de los fundadores del canal opositor de Telegram Nexta, considerado extremista en ese país.
Olvidaron decir que los canales Telegram Nexta y Nexta Live desempeñaron un papel clave en la coordinación de las protestas antigubernamentales tras la reelección del presidente Alexandr Lukashenko, en agosto de 2020.
Sobre la reacción internacional tras los hechos, el mandatario belaruso acusó a la oposición y a los enemigos externos del país de protagonizar una guerra híbrida ‘sin límites de sentido común y de moralidad humana’, apuntó.
Advirtió que tal campaña no está dirigida solo contra Belarús. ‘Somos un campo de pruebas para ellos. Una plataforma experimental antes de lanzarse hacia al Este. Después de probar con nosotros, irán hacia allí’, dijo, en clara referencia a Rusia.
Este jueves, el ministro de Transporte de Irlanda, Eamon Ryan, anunció que la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) estuvo de acuerdo en investigar el caso y pretende presentar un informe preliminar sobre el incidente el 25 de junio.
Sin embargo, sean cuales sean los resultados, tenga o no la razón, es evidente que Belarús fue juzgado y condenado mucho antes de aterrizar el avión en Minsk.
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