Las condiciones de vida descendieron en un nivel tan bajo que más de la mitad de los seis millones de habitantes cayó por debajo del umbral de la pobreza, estimado en 3,64 dólares diarios, según la ONU.
El Banco Central posee un estimado de 16 mil millones de dólares, amenazados de merma con los subsidios para productos básicos, entre ellos el combustible, el trigo y los medicamentos.
Hasta ahora, el gobierno no encontró fórmula alguna para que por las subvenciones de sus arcas salgan unos seis mil millones de dólares al año y la decisión inmediata, detener el gasto, originó una escasez notoria en los referidos artículos.
Desde finales de 2019 a la fecha, la devaluación de casi 100 por ciento de la moneda nacional respecto al dólar atacó los bolsillos de los ciudadanos de a pie, pues 90 de cada 100 asalariados reciben sus sueldos en libras libanesas.
El deterioro ganó impulso por la completa inacción de los jefes políticos que continúan en porfía en cuanto a nominar un gobierno, del cual carece Líbano desde el 10 de agosto de 2020.
La víspera, hubo una huelga general en demanda de la instalación de un ejecutivo que aplique reformas y rescate a un país, al cual algunos observadores comparan con un barco a la deriva a punto de hundirse.
Uno de los efectos más evidentes incluye el racionamiento de combustible y el cierre de gasolineras que originó irritación en los usuarios, algunos de los cuales acudieron a la violencia para prevalecer.
Los escasos suministros de medicamentos y equipos obligaron a los hospitales a rechazar pacientes y solo aceptar urgencias, mientras muchas farmacias cerraron sus puertas por falta de productos.
Un vecino de la antes concurrida barriada capitalina de Hamra declaró a Prensa Latina que la situación de Líbano es la peor vista en sus seis décadas de vida y advirtió, ‘lo peor está por venir’.
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