Hariri, al hacerse a un lado, contribuye a agudizar el colapso financiero del país, calificado por el Banco Mundial como uno de los peores del planeta desde el siglo XIX.
Su partida deja a la nación sin timón en medio de una pobreza creciente, un desplome sin precedentes de la moneda nacional, protestas airadas y escasez de artículos básicos como medicinas y combustible.
En la norteña ciudad de Trípoli estallaron manifestaciones antigubernamentales que dejaron un saldo de 19 heridos, según el reporte de la Cruz Roja.
Un comunicado del Ejército precisó que contra sus efectivos lanzaron una granada de mano, cuya detonación causó heridas a cinco soldados.
Otra información da cuenta de lesiones a otros 10, a los cuales una multitud atacó con piedras y otros objetos.
La dimisión de Hariri influyó en una devaluación que, de una tasa oficial de mil 507 libras libanesas por dólar, cayó a un mínimo en el mercado negro de más de 22 mil por billete verde.
A consecuencia de esa depreciación, los precios de los bienes básicos aumentaron en niveles insostenibles para los bolsillos de los ciudadanos de a pie y más allá, porque los minoristas defienden sus ganancias al transferir sus pérdidas a los clientes.
Los disturbios en Trípoli marcan el reinicio de protestas antigubernamentales masivas, en tanto que la situación coloca a los libaneses bajo el límite de sus posibilidades de vida.
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