Un nuevo mínimo de la crisis financiera que estalló a fines de 2019, hundió a casi 60 por ciento de la población por debajo del umbral de pobreza, calculado en 3,64 dólares diarios según el Banco Mundial.
Se trata del resultado de la corrupción, saqueo al erario y mala gestión de una élite gobernante que ahora no encuentra soluciones de ningún tipo, aunque se aferra al poder.
En uno de los más recientes porrazos contra los ciudadanos, el gobernador del Banco Central (Banque du Liban), Riad Salameh, anunció el fin de los subsidios a los combustibles y al unísono se registró un aumento notorio de los precios.
‘Durante la guerra civil, incluso con lo horrible que fue, no hubo cortes de energía’, comentó Hassan Khalife, de 50 años de edad, propietario de un pequeño negocio en los alrededores del Parlamento.
A su juicio, el estado, que se supone debe cuidar a su gente, hace lo contrario y ‘nos humilla’, dijo.
Khalife desconectó dos refrigeradores y solo mantiene en funciones uno, alimentado por una línea de generador privado, perteneciente a un vecino.
El Ministerio de Energía confirmó que el país necesita tres mil megavatios y solo posee combustible para producir si acaso 750, indicó un comunicado.
Eso alcanza para una o dos horas de servicio diario, si es que lo obtienen.
Tampoco hay combustible para sostener a los generadores privados como el caso de Metri Flouti, quien administra varios de ellos en la elegante zona capitalina de Ashrafieh, y dice que no consigue comprarlo ni en el mercado negro ni en el blanco.
Antes conocida por su vida nocturna, Beirut está apagado y del bullicio de antaño en cafés, cafeterías, clubes y restaurantes, solo quedan algunos que deambulan por la corniche (malecón) para sortear la oscuridad hogareña y el calor.
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