Esta urbe tan turística como cosmopolita, elogiada o criticada, en particular la parte añeja, tiene muchos detalles.
Esta afirmación de los guías turísticos la corroboran los más observadores que se detienen para contemplar puertas, aldabas, rejas y otras particularidades como frenadas en el tiempo, de gran colorido.
Sin embargo, de todas esas piezas, las farolas aportan una belleza única, descarnada y vivaz, con sus relieves en metal y la profanación de bombillas modernas dentro de un encierro de muchos más años.
La recuperación de los estandartes, los signos distintivos de una urbe que siempre se preocupó por rescatar lo rescatable, se dan cita en las farolas, donde el verde o el óxido tienen la mano tendida.
Precisamente, esas farolas, digamos las antiguas y las modernas, componen hoy un granito de arena muy particular para los paseantes, para quienes peregrinan por la urbe fundada en 1519, el 16 de noviembre.
Cuando observamos estas farolas, nos viene a la mente la historia del alumbrado público, que en La Habana está muy bien representada.
Incluso los estudiosos recuerdan que tras el control del fuego por parte de los humanos uno de sus usos fue la iluminación.
Las primeras ordenanzas sobre alumbrado público que se conocen datan del siglo XVI. Entonces, para 1662, el abate francés Laudati Carraffe organizó un cuerpo de vigilancia nocturna encargado de encender y apagar los faroles.
La primera utilización del alumbrado de gas para la iluminación pública fue en 1807, cuando Frederick Albert Winsor irradió uno de los lados de la calle Pall Mall de Londres.
De ahí que las primeras farolas de gas requerían un farolero para recorrer las calles al atardecer y encenderlas. Como notas más curiosas aún, se conoce que las primeras farolas fueron fabricadas por los árabes.
Les siguieron las primeras del tipo arco eléctrico, inicialmente de velas eléctricas, velas Jablochoff o velas Yablochkov, desarrolladas por el ruso Pavel Yablochkov en 1875.
¿Pero, está historia que tiene qué ver con La Habana?. Pues, una buena gama de estos artefactos se pueden apreciar en las calles de esta villa, como museo activo.
Y aunque ahora son eléctricas, conservan su estructura y materiales originales de un portalámpara que se respete, especie de paseo por la trayectoria de tales artefactos, y con motivos suficientemente bellos como para retratarlas.
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