Como resultado, unos 500 afganos y sus familiares que trabajaban para la embajada de Japón y la Agencia de Cooperación Internacional nipona, permanecen varados en Afganistán, precisó este martes el periódico Asahi Shimbun.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores los planes iniciales del Gobierno preveían que los refugiados salieran del aeropuerto de Kabul a bordo de un vuelo comercial fletado.
Sin embargo, ante la situación creada por el rápido avance talibán, a mediados de agosto el ejecutivo planteó la posibilidad de desplegar aviones de las fuerzas de autodefensa para un puente aéreo.
Sin embargo, la cancillería consideró en ese momento que era poco probable que la situación en el terreno cambiara drásticamente en el transcurso de unos días, según un alto funcionario del Ministerio.
Es por eso que el ministro de Relaciones Exteriores, Toshimitsu Motegi, no dudó en salir de Japón para una gira programada de 10 días por el Medio Oriente el 15 de agosto.
Ese mismo día, los talibanes se apoderaron de Kabul, y Japón cerró su embajada en la capital afgana y algunos de sus diplomáticos salieron dos días después en un avión militar británico.
Un alto funcionario del Ministerio dijo que la cancillería malinterpretó la velocidad con la que los talibanes tomaron el poder, así como el caos que se vive en el aeropuerto de Kabul que impide acceder al mismo.
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