Tras las elecciones estatales de 1898, grupos extremistas se movilizaron al puerto de Wilmington, Carolina del Norte, entonces la urbe más grande del estado.
Según los registros, el 10 de noviembre de ese año destruyeron negocios de propiedad de afroamericanos, asesinaron a casi 300 de ellos y obligaron al gobierno local electo, una coalición de políticos blancos y negros, a renunciar en masa.
Los cabecillas de la insurrección asumieron el poder el mismo día de los disturbios y de inmediato promulgaron leyes para despojar a la población negra del estado de los derechos civiles y electorales sin enfrentar consecuencias.
Reportes de prensa indican que, en apenas 24 meses, los supremacistas blancos en Carolina del Norte impusieron legislaciones segregacionistas y lograron impedir el acceso a las urnas de los ciudadanos afroamericanos mediante una combinación de pruebas de alfabetización e impuestos electorales.
El impacto de esas medidas hizo que el número de votantes negros registrados se redujera de 125 mil en 1896 a casi seis mil en 1902.
Luego de conmemorarse aquí en 1998 el centenario de los sucesos de Wilmington, las autoridades locales crearon una comisión para esclarecer los hechos.
Desde entonces, la ciudad erigió placas en distintos puntos para rememorar los eventos y estableció el Monumento y Parque Conmemorativo de 1898.
Cristopher Everett, realizador de la película titulada «Wilmington on Fire», lamentó que “nadie fue responsabilizado por la insurrección de 1898”.
Por lo tanto, lo ocurrido –dijo a la BBC- abrió las puertas, especialmente en el sur, para que despojen a los afroamericanos de los derechos civiles.
Los especialistas, que describieron ese hecho como el único golpe de Estado acontecido en la historia nacional, advirtieron que todavía Wilmington está lidiando con su violento pasado.
Además, hicieron un paralelismo entre lo sucedido allí y el ataque del 6 de enero pasado al Capitolio de Estados Unidos.
Ese día, seguidores del expresidente Donald Trump asaltaron la sede del Congreso, decididos a revertir los resultados electorales del 3 de noviembre de 2020.
Alentados por la teoría del fraude acuñada por el republicano, los amotinados irrumpieron violentamente en una sesión conjunta del legislativo que certificaba la victoria del demócrata Joe Biden.
El saldo entonces fue de cinco muertos y más 140 agentes de seguridad fueron agredidos.
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