Específicamente ese dinero irá a partir de 2022 para la lucha contra la corrupción internacional, la promoción de medios de comunicación independientes y la defensa de elecciones “libres y justas”, informó el mandatario al inaugurar este jueves la Cumbre por la Democracia.
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Según Biden, la Iniciativa Presidencial para la Renovación Democrática, concentrará los esfuerzos de la diplomacia estadounidense y los programas de ayuda exterior para reforzar la resistencia democrática y los derechos humanos en todo el mundo.
Ese presupuesto de casi 500 millones se suma a los fondos que habitualmente el Departamento de Estado y entidades subordinadas a él, como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Fundación Nacional para la Democracia (NED), utilizan en su tarea de socavar política y moralmente a gobiernos progresistas.
La cumbre, que sesiona hoy y mañana de forma virtual con la participación de representantes de un centenar de naciones, ha recibido críticas dentro y fuera de Estados Unidos tanto por la selección de los invitados como por su contenido.
Entre los no convocados están ocho países de América Latina: Cuba, Nicaragua, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Haití y Venezuela, aunque sí estuvo hoy el líder opositor venezolano Juan Guidó, a quien reconocieron esta semana en la ONU solo 16 de 193 países.
Tampoco está China, cuyo gobierno cuestionó que Estados Unidos, nación polarizada y con tantos problemas internos, pueda dar lecciones a otros, y criticó los esfuerzos para obligar al mundo a copiar el modelo democrático occidental.
Analistas advierten que con la reunión la Casa Blanca pretende enmascarar las múltiples crisis a las cuales se enfrenta Biden internamente, pero en realidad el llamado a una cumbre sobre democracia evidencia la crisis de la hegemonía estadounidense.
Desde Cuba, el canciller, Bruno Rodríguez, aseveró que la convocatoria selectiva a una cumbre que dice ser sobre democracia es muestra de debilidad de Estados Unidos, incapaz de encarar en la ONU el desprestigio y aislamiento de su política exterior.
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