Escrito en 1671 de acuerdo con fuentes en varios idiomas, un texto asegura que Kaldi, un pastor de cabras etíope, descubrió el grano mientras deambulaba por los bosques de alguna meseta ubicada en Keffa (también escrito Kaffa), por allá por el siglo IX (algunas bibliografías hablan del siglo VI), cuando estas tierras eran identificadas como Abisinia.
Advirtió el cabrero que sus rumiantes “cambiaban de ánimo” tras comer frutos amarillos o rojos de un arbusto. Saltaban, giraban y balaban como nunca. Por curiosidad probó varias de las “cerezas”, como los llamó, y no comenzó a comportarse como los cuadrúpedos pero tuvo sensaciones que desconocía.
Después recolectó algunas para llevarlas a un monasterio y solicitar interpretación de las excitaciones animales y el ardor humano. El capellán las consideró una tentación diabólica y las arrojó al fuego, sin embargo, emanó un aroma que sedujo sobremanera a los monjes y conminó a salvarlas de la hoguera.
Más tarde prepararon el primer café, según esta versión, que en Etiopía divide a los ciudadanos de Keffa y Jimma, quienes reclaman para sí la condición de cuna del grano. La disputa es antiquísima y una de sus consecuencias fue el establecimiento del undécimo estado regional del país, luego de un referendo realizado en septiembre último.
Yemen tiene varios relatos. Uno lo protagoniza Sheikh Omar, sacerdote con conocimientos de medicina, quien gracias al café pasó de casi morir en una cueva cerca de la montaña de Ousab, donde estaba exiliado, a tener el honor de que se construyera un monasterio con su nombre en Mocha.
Y otro habla del sufí yemenita Ghothul Akbar Nooruddin Abu al-Hasan al-Shadhili, que viajaba por Etiopía y observó la vitalidad de las aves después de comer el grano. Cansado de tanto andar, él decidió probarlos y descubrió su poder energético.
Antes de mediados del siglo XV, sin embargo, no hay evidencias creíbles de la existencia del café, pues esas narraciones admiten cuestionamientos.
Así también piensa Tatek Girma Desta, jefe de la Dirección de Desarrollo y Promoción de Mercados de la Autoridad del Café y el Té de Etiopía, quien recuerda otras igualmente cautivantes, aunque confiesa a Escáner, con orgullo imposible de disimular, que prefiere las de Kaldi y el místico sufí yemenita.
CAMINO A LA ACTUALIDAD
Puede que aquel cafeto, cuyos productos “metieron el gozo” en el cuerpo de cabras, pastores, monjes y capellanes, no fuera el origen, pero después de leer la leyenda está permitido suponer que preparó el camino de los que ahora cubren unas 931 mil hectáreas en el país.
Muchos de los suelos, la mayoría en realidad, están por encima de los 800 metros sobre el nivel de mar, lo que redunda en un clima más propicio para los arbustos y, por tanto, en mayor calidad para el fruto.
Actualmente en nueve de los 11 estados regionales se cosecha café. Ogadén y Afar escapan del mapa cafetero de la nación, productora, consumidora y exportadora de 40 tipos de la especie arábica -ocho son las más demandadas-, aunque tiene identificadas y protegidas en bancos de semillas más de 10 mil variedades.
Más de cinco millones de etíopes se dedican a recolectarlo, y entre todos ellos propician alrededor del 90 por ciento de las exportaciones nacionales del producto. El 10 por ciento restante lo aportan las asociaciones y entidades privadas.
Son muchos más, no obstante, los que intervienen en la agroindustria cafetalera. De acuerdo con registros recientes, la cifra oscila entre 15 millones y más de 20 millones de ciudadanos.
Larga y variopinta es la historia del grano, mas las tradiciones, artes, tendencias y evoluciones no siguieron una línea recta.
Actualmente, dispares esfuerzos intentan encauzarla por un sendero más o menos derecho, asegura Girma Desta desde su cargo en la institución gubernamental formada con el propósito de apoyar, orientar, proteger y potenciar el desarrollo de las industrias del café, el té y las especias.
El Gobierno determinó especializar la atención al café porque lo considera importante para transformar la vida en los entornos rurales y desarrollar la economía de manera general.
Administramos, controlamos y protegemos cada paso desde la plantación hasta la exportación para incrementar el rendimiento, ayudar a los cultivadores a convertirse en los mayores beneficiarios de las producciones y aumentar aún más la calidad, sobre todo en los procesos posteriores a la recolección del grano, señala.
La entidad considera fundamental reducir la distancia entre el productor y los mercados, con lo cual lograrían que haya menos oportunidades de adulterar el café y disminuirían los costos de transportación.
Tiempo atrás había demasiados eslabones en la cadena de comercialización y el más débil era el agricultor. Algunos intermediarios no tenían conocimiento del cultivo, pero obtenían grandes ganancias, cuenta el ingeniero.
Ahora, explica Girma Desta, el productor puede vender directamente a cooperativas, comerciantes, exportadores y a compañías dedicadas a mezclar el café, o asociarse con empresas con capital y tecnología, en las cuales también podrían obtener asistencia técnica.
“También pueden exportar de manera directa -unos mil 500 etíopes ya solicitaron la licencia para hacerlo. Debemos perfeccionar el mecanismo para que el agricultor confíe en su sostenibilidad, a partir de establecer precios acordes con la calidad del grano”.
Todavía hay intermediarios, indica, “pero trabajan con la Autoridad, son supervisados con rigor y tienen el deber de facilitar, perfeccionar el comercio, ayudar al agricultor, no encarecer el producto. Ganan bien, pero en base a tarifas consensuadas y controladas periódicamente”.
Durante mucho tiempo, poco más del 45 por ciento del valor de las exportaciones iba a parar a manos de los agricultores, cuando en Brasil y Vietnam, por ejemplo, llega hasta el 85 por ciento.
AL NATURAL
Por tradición y también porque resultan muy caras para la mayoría, los agricultores no aplican sustancias químicas en las atenciones culturales al cultivo, lo cual puede parecer un lastre para el incremento de las producciones.
No tienen capacidad financiera y tampoco interés, porque la mayoría de las plantaciones están a la sombra, en condiciones medioambientales idóneas que dotan a la semilla de un PH casi perfecto, y como no utilizan químicos, producen un café orgánico ciento por ciento, de mayor calidad, aclara Tatek Girma Desta.
“Incluso, la Autoridad promueve la producción de café orgánico. Los costos son más baratos que en otros países, aunque como promedio se recogen de siete a 7,5 quintales por hectáreas, cuando en otras naciones acopian entre los 10 y 18”, acota.
Además, ayuda a proteger los hábitats naturales, preservar los bosques y la biodiversidad, y proporcionar un medio de vida sostenible, añade.
Etiopía garantiza que su café tiene una calidad única en el mercado internacional, por la composición orgánica, aunque esa exclusividad no lo valoriza. En la actualidad, el precio no supera los 3,5 dólares el kilogramo.
Algunas empresas internacionales añaden el producto nacional a otros menos orgánicos, para mejorarlos, sin dar crédito al país africano. En menos palabras: muchas tazas en el mundo tienen café orgánico etíope, pero nadie lo dice y los consumidores lo ignoran, sostiene Girma Desta.
Queremos cambiar eso. Aspiramos a que reciba la distinción debida y también el reconocimiento que merece. Primero porque es un derecho legítimo y segundo porque ganar visibilidad y prestigio puede aumentar los ingresos del país, especifica.
También trabajamos en el mejoramiento de las acciones de beneficio. Antes vendíamos el grano y los clientes hacían el resto, ahora se hace todo aquí y lo llevamos envasado al puerto de Djibouti. Así evitamos sustracciones y adulteraciones en el camino, tenemos mayor control de lo que exportamos, destaca.
Para el país, ubicado en el denominado Cuerno Africano, el café representa entre el 25 y 30 por ciento de sus exportaciones, y poco más del cinco por ciento del ingreso bruto.
Esas cifras pueden aumentar, pero más de la mitad de las producciones anuales se queda en sus fronteras y es muy complicado revertir esa tendencia, ante un consumo nacional vinculado a costumbres de socialización y a una ceremonia antiquísima, considerada patrimonio nacional.
Aunque parezca improbable, subraya, la pandemia de Covid-19 no afectó la producción y acrecentó la bebida, porque además hay una creencia de que el café, como el té y el picante, ayudan a enfrentar al coronavirus.
La guerra en Tigray, apunta, sí impactó el consumo en ese Estado, “pero tampoco la producción se vio muy afectada, porque no es una de las zonas de mayor peso en la producción nacional”.
arb/raj