A sus 35 años, el tenista balear superó los demonios del desconcierto luego de un último semestre pletórico de dudas a causa de lesiones y sacó a relucir su casta de campeón en un partido que significó su vigésimo primer majors y romper la igualdad con Roger Federer y Novak Djokovic, quienes completan el nombrado Big Three.
Con remontada incluida frente a una afición cercana al delirio, el nacido en la ciudad de Manacor tiró de su experiencia para minimizar el ímpetu de Medvedev, cuyo juego pasaba por obtener su segundo lauro en este tipo de certámenes y acceder a la cumbre del listado mundial.
Fueron cinco horas de alta tensión en la pista principal del estadio multipropósito Rod Laver Arena, donde el ruso alcanzó la asombrosa friolera de 23 aces, pero sucumbió en un ambiente mágico, envuelto en drama, que otorgó a su rival su segundo trofeo en Melbourne.
Y es que con los primeros dos sets a su favor, todo indicaba que Medvedev, cuyos 25 abriles advierten un futuro aún más increíble en este deporte, tumbaría a otro gigante como lo hizo en septiembre pasado en la final del Open de Estados Unidos, cuando minimizó al serbio Djokovic.
Empero, el ibérico ratificó su grandeza y golpe tras golpe, como quien teclea su historia de vida, completó una auténtica obra de arte que casi hace olvidar su paso por el quirófano hace cinco meses, recuperación después contraer la Covid-19 y aquellas ideas de guardar las raquetas en una cajón ante tantas vicisitudes.
Con el último punto del encuentro y en medio de aplausos, Nadal levantó unos brazos que cargaron en 2005 su primer trofeo de Grand Slam, mientras el euroasiático miró atónito a su incombustible oponente, cuya fuerza mental toca niveles insospechados.
Así, la tabla actualizada de principales exponentes en Majors exhibe a Nadal, Federer y Djokovic, ambos con 20, en los tres escaños superiores, por delante de Pete Sampras (14) y Bjorn Borg (11).
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