José Martí, el Héroe Nacional de Cuba, publicó ese mismo año un artículo en la revista La América sobre la apertura del lugar, y en ese texto destacan las comparaciones metafóricas entre ciertos animales como la serpiente y la estructura metálica de la obra.
Cuando cobró vida, era el puente colgante más grande del mundo (mil 825 metros de largo), y su luz entre pilares de 486,3 metros fue récord hasta 1889.
Este espacio, que une a los distritos de Manhattan y Brooklyn, también fue la primera creación de su tipo en suspenderse mediante cables de acero y es considerado un símbolo de la llamada Gran Manzana.
Para levantar ese paso que se extiende sobre el río Este se emplearon materiales como piedra caliza, granito y cemento, y en las labores de edificación perdieron la vida 27 personas.
La construcción en su época tuvo un costo de 15 millones de dólares. Según estimados, realizar un proyecto como este desde cero en el presente podría demandar una inversión de 1 000 millones.
El primer día de funcionamiento del puente —de estilo arquitectónico neogótico y con sus característicos arcos apuntados en las dos torres laterales—cruzaron por él más de mil 800 vehículos y 150 mil personas.
Actualmente, dispone de seis carriles para automóviles (excepto camiones y autobuses), y una pasarela independiente para bicicletas y peatones. Desde la década del 80 del pasado siglo está iluminado por las noches para acentuar su silueta.
Según medios de prensa y expertos en arquitectura, el viaducto, más allá de su función, es todo un emblema neoyorquino que, además, marcó un hito en la historia.
(Tomado de Orbe)