“Sin los silos de grano, no les estaría hablando, ni tampoco mi esposa”, dice Paul Naggear, un ingeniero libanés, al cual esas edificaciones ofrecieron protección de la onda expansiva, aunque no a su hija de tres años que murió.
“Es un testigo urbano del crimen que no debe ser removido”, aseguró.
En agosto pasado, la firma de ingeniería suiza Amann Engineering GmbH concluyó que los icónicos silos de granos corren el riesgo de colapsar.
El ministro libanés de Economía, Amin Salam, opina que preservarlos acarrea peligros y deben demolerlos.
En reacción, familias de las víctimas, como Mireille Khoury, cuyo hijo Elias, de 15 años de edad, murió en el evento explosivo, afirmó que removerlos sería una injusticia.
“No pueden simplemente derribarlos y reconstruir como si nada hubiera ocurrido, como si no hubiéramos perdido a nuestros hijos, como si nada hubiera pasado en esta ciudad”, dijo.
La explosión ocurrida el 4 de agosto de 2020 mató a más de 200 personas, hirió a unas seis mil 500 y destruyó de manera parcial o total las casas de 300 mil.
Fue una de las mayores explosiones no nucleares de la historia de la humanidad, según los especialistas.
De unos 50 metros de altura, los silos en el puerto beirutí almacenaban unas 100 mil toneladas de grano y por su posición evitaron mayores males en los barrios capitalinos.
Salam aseguró que cualquier decisión sobre esas edificaciones tomará en cuenta a las familias, aunque a principios de este mes informó que hay ofertas abiertas para empresas interesadas en limpiar el área.
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