Considerada una de las maravillas de la era moderna, la infraestructura se une a otros íconos de dicha ciudad estadounidense, como las Painted Ladies (Damas pintadas), la calle torcida, Lombard Street y los alegres leones marinos en el barrio Fisherman’s Wharf.
Su imagen aparece en escenas de conocidas películas. Lo mismo fue devorado por un tiburón (Mega Shark vs. Giant Octopus), lo movió telequineticamente Magneto (X-Men); vio emerger a tres black hawk (La Roca); soportó el peso de James Bond encarnado en la piel de Roger Moore, e incluso Superman llegó a tiempo para salvar un autobús escolar.
Harry el sucio (1971), Vértigo (1958) y El halcón maltés (1941) recogen otras memorables secuencias en el puente, cuya construcción se extendió entre 1933 y 1937, y —de acuerdo con datos históricos— en el proceso perdieron la vida 11 operarios.
Su longitud aproximada es de 1 280 metros en la parte colgante, que está suspendida de dos torres de 227 metros de altura y posee seis carriles, tres en cada dirección, así como sendas especiales para bicicletas y peatones.
El nombre Golden Gate se tomó del explorador John Fremont, quien muchos años antes, en 1846, llamó así al estrecho que separa la bahía del Pacífico.
Cuentan que el color naranja se integra al entorno natural de las colinas cercanas y genera un contraste con la tonalidad del cielo y del océano, haciéndolo visible también durante los días de niebla.
Además, la pintura protege a la estructura de la sal del aire, que oxida y corroe el acero.
Si bien el sitio se asocia a la belleza, igualmente marca la historia del suicidio en Estados Unidos, pues se calcula que más de mil personas han saltado a las aguas desde allí, por eso a lo largo del puente instalaron los llamados teléfonos de la esperanza, con acceso a líneas de ayuda.
A la vez, muchos norteamericanos anhelan tirar las cenizas de sus seres queridos en el emblemático lugar, pero arrojar cualquier otro objeto se considera un delito menor, según el Código Penal de California.
(Tomado de Orbe)