Las consecuencias de la guerra en ese país europeo tiene fuertes impactos en la economía alemana que se hacen sentir sobre todo en materia energética, pero ese equipo de trabajo, que asesora a las autoridades de Berlín, ahora vislumbran un peligro mayor.
Los expertos rebajaron drásticamente sus previsiones económicas para este año, pues sólo esperan un crecimiento del producto interior bruto (PIB) del 1,8 por ciento. En noviembre pasado estimaron alzas del 4,6 por ciento.
Según las previsiones de los entendidos se registrará nuevamente una caída del PIB alemán en el primer trimestre de 2022. En 2021, la economía de esta nación creció 2,9 por ciento, después de una baja en 2020, el primer año de la pandemia de la Covid-19.
La previsión económica actualizada está asociada a grandes incertidumbres, dijeron. Si el conflicto en Ucrania se intensifica y se cortan las importaciones rusas de energía, las cosas podrían empeorar aún más, vaticinaron.
El miembro del Consejo de Expertos Económicos, Berlín Volker, señaló que el riesgo de recesión es considerable.
Por su parte, Monika Schnitzer, también de ese grupo, señaló que Alemania depende en gran medida del suministro energético ruso, por lo que una interrupción de estos suministros conlleva el riesgo de recesión profunda y aumento de la inflación.
Tal equipo aconsejó por tanto poner en marcha inmediatamente todos los medios para armarse contra una interrupción de los suministros energéticos del país eslavo, y poner fin a la dependencia alemana de los mismos.
El gobierno declaró durante esta jornada el estado de alerta temprana, primera fase de un plan de emergencia de gas.
Rusia exige que los suministros de gas a Europa Occidental se paguen en rublos. Alemania y otros países occidentales lo rechazan, por lo que Moscú podría parar la entrega.
Previo al inicio del conflicto el 24 de febrero pasado la producción industrial exhibía cuellos de botella de suministro, a consecuencia de las dificultades derivadas de la Covid-19.
Por lo tanto, el influyente grupo de economistas con sede en la ciudad de Hessen, Fráncfort, muestra preocupación sobre todo por la dependencia del gas ruso de parte de Alemania.
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