Puede convertirse en un signo de conflicto o un signo de paz, depende como lo tomemos, depende de nosotros, dijo el sumo pontífice en la Audiencia General semanal al reseñar su reciente visita apostólica a Malta.
En opinión de Francisco, esa nación insular ubicada en el mar Mediterráneo es un lugar clave respecto “al fenómeno de las migraciones” y rememoró su visita al centro de acogida “Laboratorio de Paz Juan XXIII”, conde conoció a numerosos migrantes llegados a la isla “después de viajes terribles”.
No debemos cansarnos de escuchar sus testimonios, porque solo así podremos salir de la visión distorsionada que muchas veces circula en los medios de comunicación y podremos reconocer los rostros, historias, heridas, sueños y esperanzas de estos migrantes, indicó.
Cada migrante es único: no es un número, es una persona; es tan único como cada uno de nosotros, expresó el papa al recalcar que cada uno “es una persona con su propia dignidad, sus raíces, su cultura”.
Cada uno de ellos es portador de una riqueza infinitamente mayor que los problemas que conllevan. Y no olvidemos que Europa estaba hecha de migración, recalcó el pontífice quien visitó Malta los días 2 y 3 de este mes.
Acogida y hospitalidad a los migrantes fueron los temas centrales de la estancia papal en la vecina nación de 316 kilómetros cuadrados y 478 mil habitantes situada a 90 kilómetros de la isla italiana de Sicilia y 288 de Túnez.
“Nos trataron con rara humanidad” fue el lema del trigésimo sexto viaje al exterior del sumo pontífice, inspirado en las palabras atribuidas por los Hechos de los Apóstoles a San Pablo, quien describió así la ayuda recibida en la isla por él y sus acompañantes al naufragar la barca en que viajaban hacia Roma en el año 60.
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