Esos mecanismos comerciales se rigen por determinadas reglas, y la publicidad ocupa un espacio importante a tener en cuenta.
De ahí que una nota de operadores tenga la interrogante de cómo sería la economía global en tal caso.
Dicha pregunta indudablemente es sumamente interesante, debido a que existen determinados mecanismos que abarcan sobre todo a los vendedores de carne o de productos derivados de ella.
Una mirada escrutadora a tal situación enfoca por dónde van los tiros en referencia a la publicidad de alimentos, o a los rechazos que muchos mensajes de ayuda llevan hacia los veganos y vegetarianos.
Todo parece indicar que el consumo de carne del ser humano potenció determinadas cualidades de su cerebro, pero ello no es toda la verdad para ciertos especialistas.
Recuerdan que el cinco por ciento de la población mundial es vegetariana, cifra ínfima como para tener un impacto considerable en el mercado de los alimentos.
Reseñan los entendidos que para un granjero que vive de la producción de sus vacas o sus gallinas, un mundo vegetariano suena más absurdo que realista. Para un empresario latinoamericano que vende soja para alimentar cerdos, también.
Lo mismo para las multinacionales que dominan la industria cárnica mundial, como Cargill, Tyson o JBS, o para los países donde la carne es un motor económico importante, como Brasil o Argentina.
Y aunque el vegetarianismo es una tendencia creciente en los naciones ricas —para mejorar la salud, combatir el cambio climático o proteger a los animales—, lo cierto es que a nivel mundial el consumo de carne va en aumento.
La producción de carne hoy es casi cinco veces más alta que a principios de la década de los 60, pasando de los 70 millones de toneladas que se generaban entonces a los más de 330 millones de toneladas de 2017, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Los países que más la consumen son Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Argentina. Sin embargo, en los últimos años tomó fuerza la idea de que es bueno para la salud y para el planeta comer menos ese producto.
De hecho, la carne (especialmente la de vaca) es una de las industrias que más afecta al medio ambiente, porque requiere grandes extensiones de tierra, utiliza mucha agua y emite grandes cantidades de gases de efecto invernadero.
Pero cuando nos planteamos cómo cambiaría la economía global si todos fuéramos vegetarianos, entramos al terreno de la futurología.
Una economía vegetariana crearía nuevos tipos de empleos y más alimentos con base vegetal que sustituyen a la carne, dice Marco Springmann, investigador de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido.
Agrega que se reducirían los costos de salud generados por el alto consumo de dicho producto y los asociados al cambio climático.
Lo más realista, agrega, sería que las personas se vuelvan flexitarianas, es decir, que consuman menos carne, dado que es poco probable que el planeta entero se vuelva vegetariano.
Aunque se trata de hipótesis, es una idea interesante a tener en cuenta, sobre todo en un mundo moderno tan cambiante, siempre considerando que lo ideal es un equilibrio en la alimentación que favorezca la salud humana y tenga en cuenta criterios de médicos, nutricionistas y necesidades de los mercados.
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