Esta semana fue noticia que Musk se hizo con el control completo de esa plataforma por la suma de 44 mil millones de dólares, apenas unas semanas después de que se supiera el principal accionista de esa empresa con sede en San Francisco, Estados Unidos.
De acuerdo con expertos, más que constituir un buen augurio para la libertad de expresión, que esta red social quede en manos del hombre más rico del mundo es una amenaza.
El diario mexicano La Jornada aseveró en una editorial que el traspaso de manos de Twitter hacia Musk eleva el riesgo de que esa herramienta tan imprescindible para el debate público sea manejada sin ningún escrúpulo, y eleva las alarmas en torno a la creciente concentración del poder en manos privadas.
Aunque el dueño de Tesla y SpaceX dice querer convertir la plataforma “en un campo inclusivo para la libertad de expresión”, sus usuarios no ignoran que el empresario es un personaje polémico, que pone sus negocios por encima de la legalidad, de las vidas humanas y del bienestar de sus trabajadores, a decir de La Jornada.
Tras conocer la noticia, el diario The New York Time difundió un mensaje aún más pesimista: El Twitter de Elon Musk será un lugar aterrador.
El periodista del Times Greg Bensinger alertó que la junta directiva de Twitter está conforme con que la empresa sea propiedad de un hombre que usa las redes sociales para atacar a sus críticos, compartir mensajes misóginos y promover el uso de las criptomonedas sin cesar.
Bensinger recordó que, durante los primeros meses de la pandemia, Musk desafió a las autoridades sanitarias de su país al obligar a sus empleados de Tesla a volver al trabajo pese a la amenaza de la Covid-19, y las cuarentenas impuestas por los gobiernos locales como estrategia para contener la enfermedad.
Otra historia que desató polémica en torno al multimillonario fueron sus comentarios sobre el golpe de Estado perpetrado en Bolivia contra el expresidente Evo Morales a finales del 2019, alentado por la administración de Donald Trump (2017-2021) y sus aliados de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Los comentarios ocurrieron unos meses después, en julio del 2020, cuando Musk respondió a los cuestionamientos de un usuario, precisamente en Twitter, con la siguiente frase: “los estadunidenses derrocaremos a quien nos dé la gana con tal de obtener el litio usado en los automóviles eléctricos que fabrica Tesla”.
Esa compañía de vehículos, por cierto, ha sido perseguida durante años por denuncias de abusos racistas, discriminación y acoso sexual en su fábrica en Fremont, California.
La actitud errática de Musk hace cuestionarnos qué significa la libertad de expresión para personas como él, cuando incluso en pleno debate sobre la adquisición de Twitter comentaba que los funcionarios de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos eran unos “títeres desvergonzados”, resaltó el periodista.
Aunque analistas advierten que Twitter podría beneficiarse de algunas mejoras en su servicio, se espera que haga menos estricta la moderación de los contenidos en la plataforma.
“Esto no hará de Twitter un mejor lugar, sino uno mucho más tóxico”, adelantó Bensinger en el New York Times y agregó que proliferarán con más fuerzas el troleo racista, el acoso y la desinformación.
Todo apunta a que el repentino interés de Musk en Twitter no es ayudar a la libertad de expresión, sino con controlar un megáfono gigantesco y utilizarlo en sus propios beneficios. El futuro de esa plataforma es incierto.
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