La isla es impresionante, en su momento incluso refugio de corsarios y piratas; se trata de un archipiélago con 110 mil 922 kilómetros cuadrados, incluidos 746 kilómetros de costas, una longitud general de mil 250 kilómetros desde el más occidental Cabo de San Antonio hasta la más oriental Punta de Maisí.
Para completar el panorama de estadísticas geográficas se debe recordar que posee 200 bahías, unos dos mil cayos e islotes y 588 kilómetros de playas clasificados por su importancia para el turismo.
Como es sabido, a Cuba llegan muchas personas, viajeros con intereses diversos, en principio con una preponderancia del llamado descanso de sol y playa, sumado a incentivos y congresos, salud, cultura, náutica y, sobre todo, naturaleza.
Mucho tiene que aportar la ínsula en materia del verde, los paseos que proponen los turoperadores son a veces de un día o de una semana, o más tiempo, según el gusto.
Para lograr esta protección medioambiental se necesitan propósitos bien engranados capaces de mantener una compleja estructura y un ejército de expertos, que tiene entre sus funciones realizar investigaciones de preservación natural.
Entendidos en el tema transitan por todo el país y recopilan información de utilidad para el turismo.
Para esas ocasiones, están las prácticas ecuestres o conocer los conteos científicos de grullas, de tortugas y cotorras en cualquier región de la isla, o el de los cocodrilos en la desembocadura del oriental Río Cauto.
Como ejemplo sobresaliente está el atractivo del emblemático sitio de paisaje, el Pico Turquino, la montaña más alta con mil 974 metros.
Ese Parque Nacional, con 17 mil 450 hectáreas, está repleto de ríos, bosques, cumbres, valles, y aves, cuando de este verdor maravilloso hay mucho, y en variadas partes en Cuba.
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