Los incidentes con armas de fuego en los que resultan heridas o muertas más de cuatro personas promedian más de uno por día en lo que va de 2022 y se reportan al menos cuatro a la semana.
Tras la matanza ocurrida el pasado 24 de mayo en Texas, donde perdieron la vida 19 niños y dos maestras, la víspera en Tulsa, Oklahoma, un hombre armado mató a cuatro personas en una institución médica.
La frecuencia con que tienen lugar en el país tragedias de ese tipo colocó el uso de armas de fuego como uno de los temas más debatidos en el ámbito social y político.
Este jueves, el presidente estadounidense, Joe Biden, pronunciará un discurso en horario de máxima audiencia sobre la necesidad de mayores regulaciones a los artefactos letales y exigirá al Congreso acciones al respecto, anunció la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre.
Congresistas, principalmente republicanos, se niegan a limitar el acceso a los armamentos, al tiempo que la poderosa Asociación Nacional del Rifle presiona a los legisladores para rechazar cualquier cambio.
A pesar de estar conscientes de las pocas posibilidades del avance de un proyecto para restringir las armas, los demócratas del Comité Judicial de la Cámara Baja debaten hoy nuevas reglas para frenar la violencia.
Mientras se mantiene el desacuerdo político sobre cualquier proyecto al respecto, es la población, en especial las minorías negra y latinas, la que ponen las cuotas de muertos y afectados por el flagelo, evidencian estadísticas oficiales y hechos concretos.
Los tiroteos masivos aumentaron en Estados Unidos en los últimos años, en 2021 hubo casi 700 incidentes de este tipo, en 2020 fueron 611, en 2019 se reportaron 417 y antes de eso no superaban los 400 anuales, según datos de Gun Violence Archive.
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