A juicio de expertos, la rápida depreciación de la moneda nacional en el mercado de divisas responde al desequilibrio en las tasas de interés establecidas por el Banco de Japón (BOJ) y la reserva federal de Estados Unidos.
Mientras la principal institución financiera nipona sostiene estoicamente una postura relajada, la parte norteamericana arrecia su política monetaria para frenar la alta inflación derivada de la crisis global.
Ante la presión interna, el gobernador del BOJ, Haruhiko Kuroda, reiteró en varias ocasiones que un ajuste monetario sería inadecuado en medio del proceso de recuperación de la pandemia de Covid-19 y la elevada cotización de las materias primas importadas.
Asimismo, Kuroda subrayó que el Banco mantendrá el rumbo actual hasta lograr el objetivo de inflación del dos por ciento de una manera sostenible.
El pasado mes de abril, y por primera vez en siete años, los precios en Japón sobrepasaron por 0,1 puntos la meta favorable del BOJ con miras a la revitalización económica, sin embargo, el ritmo de crecimiento implicó un encarecimiento del costo de la vida para los consumidores. Kuroda consideró que el objetivo del dos por ciento sigue pendiente, pues la inflación cada vez mayor se genera por causas externas en lugar de un crecimiento aparejado de los salarios y las ganancias de las empresas.
Tanto el BOJ como el Ministerio de Finanzas y la Agencia de Servicios Financieros expresaron recientemente su preocupación por la devaluación del yen, sin mencionar acciones concretas para frenar el fenómeno.
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