La mayoría de las haitianas muertas, algunas madres y otras estudiantes, no alcanzaban los 30 años de edad.
El funeral de las mujeres se efectuó en la iglesia Santa Teresita, en Santurce, y luego fueron sepultadas en el Cementerio Municipal de San Juan, donde quedaron para siempre sus ilusiones de construirse una vida alejadas del convulso Haití, donde habían quedado sus familiares.
Las haitianas, identificadas como Shilove, Lunique, Woodeline, Smeralda, Saint Ursule, Shmid, Erlie, Dania, Echeler, Lucner y Wendy, fueron víctimas de los traficantes de personas en República Dominicana.
El dirigente de la comunidad haitiana en Puerto Rico, Leonard Prophil, relató lo doloroso que resulta esta trágica situación para los familiares en Haití.
Sobre cada uno de los féretros —donados por funerarias puertorriqueñas— había una bandera nacional haitiana, además de fotografías de las víctimas.
La Guardia Costera de Estados Unidos en Puerto Rico apuntó que en la yola del naufragio viajaban entre 60 y 75 personas, aunque únicamente se recuperaron 38 personas con vida y las 11 haitianas muertas.
De sobrevivientes, 36 son haitianos y dos dominicanos.
Mientras, el capitán de la yola, el dominicano Fermín Montilla, fue acusado de contrabando de extranjeros a territorio de Estados Unidos, que culminó en muertes.
Entre los asistentes a los actos fúnebres se hallaban el alcalde de San Juan, Miguel A. Romero; la directora del Centro de la Mujer Dominicana, Romelinda Grullón; el sacerdote haitiano Olín Pierre; la obispa de la Iglesia Metodista, Lizzette Gabriel, y su homóloga de la Iglesia Evangélica Luterana Sínodo del Caribe, Idalia Negrón.
La Asociación de Funerarias de Puerto Rico donó los féretros y ayudó en el traslado y entierro en el cementerio de la capital, mientras la afamada diseñadora puertorriqueña Carlota Alfaro elaboró la ropa de las haitianas muertas.
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