Por Odalys Troya Flores
Corresponsal de Prensa Latina en Colombia
“Nunca antes una fuerza electoral conformada por una coalición de partidos políticos y organizaciones progresistas, liberales y de la llamada izquierda democrática había logrado un registro de esa magnitud”, explicó en entrevista con Prensa Latina.
Para el profesor del Departamento de Ciencia Política y director académico de la Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Colombia, la importancia es indiscutible si se considera que se quiebra el dominio secular impuesto por los partidos políticos de las clases dominantes en el imperante régimen de democracia de excepción.
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Asimismo, si se tienen en cuenta las implicaciones sobre las configuraciones geopolíticas de Nuestra América, añadió.
“Es del mayor significado que alzaran con la primera magistratura un hombre proveniente de las clases subalternas y una mujer negra, de origen humilde”, recalcó.
Explicó que los dos tienen diferentes y reconocidas trayectorias de lucha: uno -tras la desmovilización guerrillera- adelantado en los espacios institucionales, sobre todo electorales, de disputa por el poder; la otra, como parte de las resistencias de sectores de los movimientos sociales y de los pueblos étnicos, especialmente en los territorios que vivieron por décadas la cotidianidad de la guerra y el despojo violento.
“La votación de 11 millones 279 mil 265 sufragios, equivalente 50,48 por ciento, es la más alta lograda por una fórmula presidencial en la historia del país, con una participación no vista del total del censo electoral”, destacó.
Estrada estimó que más allá de los evidentes límites que posee el proyecto político progresista social-liberal del Pacto Histórico, desde el punto de vista cultural se está frente a la posibilidad de consolidar una línea de continuidad hacia el cambio político.
Esa línea fue inaugurada con la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos, en representación del Estado, y las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo, el 24 de noviembre de 2016.
Y expresada luego con mayor profundidad -dados sus alcances antisistémicos- en la rebelión social de los meses posteriores al paro del 28 de abril de 2021.
Opinó que el masivo voto por la fórmula Petro-Francia es el resultado de acumulados de inconformidad y hartazgo frente a un indolente régimen de dominación política, económica y cultural, que logró reproducirse apelando a todas las formas posibles, incluido el ejercicio de la violencia y el terror de Estado.
De esa manera, tratar de prolongar los privilegios de un reducido número de familias, partidos políticos y grupos económicos.
Estos contaron, además, de manera permanente, con la tutela y el apoyo irrestricto del gobierno de los Estados Unidos, por considerar al país como su principal aliado en las pretensiones geopolíticas de acceso a recursos estratégicos y de contención de proyectos políticos contrarios a la política imperial de dominación de espectro completo.
El experto dijo a Prensa Latina que el triunfo en el balotaje del domingo 19 de junio, se trató también “de un voto contra el desgraciado gobierno de Iván Duque”.
“De un voto preñado de aspiraciones, expectativas y esperanzas de la juventud, de las mujeres, de la clase trabajadora, del campesinado pobre, de los pueblos étnicos, en general, de las gentes del común, de “los nadies y las nadies”, de la población marginada y excluida.
Por esa razón se consideró como un “voto por el cambio, por un cambio lleno de contenidos”, subrayó Estrada.
BATALLA SIN PRECEDENTES EN LAS URNAS
La fórmula del Pacto Histórico enfrentó una de las más rudas contiendas electorales vividas en el país; logró derrotar a Rodolfo Hernández, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción (LIGA), un candidato presentado como “outsider”, sin serlo, pero fabricado como tal mediante una hábil estrategia comunicacional.
En sentido estricto replicó estrategias y lemas de campaña ya practicados por la derecha a nivel internacional, afirmó.
Detalló que el aspirante derrotado fue presentado como un empresario exitoso, dador de empleo y bienestar, sin partido, confrontador de la politiquería y la corrupción, “desideologizado”, transgresor del statu quo, como un hombre del “cambio”.
Además, con capacidad de interpretar y traducir a un lenguaje directo y popular lo que se afirma en la cotidianidad de las calles en medios despolitizados de la población.
“Se trató de la construcción de una narrativa que, gracias a su demagogia extrema, evidentemente produjo rendimientos, pues logró un apoyo masivo en sectores de las clases subalternas”, agregó.
Sus respaldos también se encontraron en sectores de las capas medias formados históricamente en la ideología del anticomunismo, sintetizada hoy en el “antipetrismo”, acotó el profesor.
“Rodolfo Hernández se erigió en sentido estricto en el candidato de los sectores más retrógrados del establecimiento, que en el transcurso de la contienda se quedaron sin candidato e hicieron del “ingeniero” el suyo”, comentó.
Este, dijo Estrada, representaba en su modo de vida y en su discurso los valores y los intereses de las clases dominantes (emprendimiento, “gentes de bien”, extravagancia, “traquetismo”, patriarcalismo, racismo, misoginia, homofobia, desprecio por los pobres), así su lenguaje chabacano y sus “maneras” no fueron de buen recibo.
A pesar de las declaratorias de apoyos directos de sectores de los partidos del establecimiento, la gran mayoría de los liderazgos reconocidos optó por el silencio y el apoyo por “debajo de la mesa”, expresó.
Es tal su desprestigio, que expresarlo abiertamente hubiera significado restarle votos a su candidato, señaló.
“Llamó especialmente la atención el silencio de Álvaro Uribe, máximo representante de la ultraderecha en decadencia, quién durante las dos últimas décadas fue el político más influyente del establecimiento”, reflexionó.
GOBIERNO DE DUQUE
La campaña electoral mostró a un gobierno -el de Iván Duque- puesto del lado del candidato Hernández, no explícitamente, pero sí en declaraciones y actuaciones de sus integrantes, incluido los del alto gobierno, manifestó.
La acción gubernamental pretendió generar miedo y disciplinamiento sobre todo en la juventud, aseveró.
Rememoró que día antes de las elecciones se produjo el encarcelamiento de líderes y lideresas de la “Primera Línea” de la rebelión social de 2021, en lo que bien se podría caracterizar como una acción de “guerra preventiva” frente a presuntos planes de desestabilización del orden público.
También se registraron situaciones que pusieron en duda la imparcialidad de la Registraduría y por otra parte, la campaña evidenció el rol militante de los grandes medios masivos de comunicación que se erigieron, en su mayoría, en el “partido” del candidato Hernández.
“En suma, debe decirse que la victoria de la fórmula Gustavo Petro-Francia Márquez lo fue contra los sectores más retrógrados del establecimiento colombiano. El régimen de democracia de excepción sufre sin duda un resquebrajamiento”, aseguró.
Para el académico colombiano es del mayor significado haber logrado una victoria electoral en un sistema de fraude estructural, lo cual solo se explica por el incontrovertible respaldo social y popular en las urnas.
“La experiencia internacional enseña que, si bien los resultados electorales son un indicador del momento político-cultural que se vive en un país y pueden conducir a una variación en la trayectoria del proceso político, no son reductibles a la situación de la política y de lo político”, señaló.
Se llegó al gobierno, pero no se tiene el poder. La necesaria celebración no debería conducir al triunfalismo y menos aún a la ilusión, alertó el académico. En tal sentido, explicó que desde la perspectiva del movimiento social y popular se trata de hacer valer la victoria alcanzada.
Advirtió que “viene una fase de intensificación de la contienda política, en la que se exhibirán las resistencias históricas del régimen de dominación de clase, muy seguramente plagadas de una férrea oposición y en la que no es descartable el recurso de la violencia”.
Consideró no deleznable la experiencia tras la firma del Acuerdo de Paz y las trizas que se pretendieron hacer de él.
Igualmente, se acrecentarán las presiones para una mayor moderación del programa político en relación con la ya mostrada en el desarrollo del proceso electoral a fin de atender y lograr apoyos y alianzas de sectores políticos del establecimiento, expuso.
De tal manera, está por verse en qué consiste el gran acuerdo nacional propuesto por el presidente electo y qué relación guarda con el programa original del Pacto Histórico.
Los acuerdos de “gobernabilidad”, tanto en la conformación del gabinete como en la búsqueda de mayorías en el Congreso, darán mayores elementos de juicio, argumentó. También, las previsibles conversaciones con los poderes fácticos: grupos y gremios económicos, fuerzas militares, Estados Unidos y organismos multilaterales, entre otros.
“¿Cómo se hace compatible todo ello con las aspiraciones del movimiento social y popular, expresadas en la rebelión social de 2021?, no es aún previsible. Más que el apaciguamiento para evitar la irrupción del volcán, lo que se espera es que se habiliten mejores condiciones para las luchas y que el “movimiento real” preserve su autonomía.
«La situación en la que el presidente electo recibe el país, además de la persistencia de la confrontación armada y de un Acuerdo de Paz maltrecho, muestra una profunda crisis económica y social, que demanda medidas urgentes y de choque en dirección a la superación del modelo neoliberal».
“¿Estamos frente a una salida controlada a la tendencia a la crisis que exhibe la dominación de clase, o frente a la posibilidad de avanzar hacia transformaciones democráticas, políticas, económicas, sociales y culturales, por la vía de la reforma continuada?”, aún está por verse.
Ahí se encuentra el quid de la lucha social y de clase que se avecina en esta nueva etapa, a fin de poder afirmar o no que se inaugura una fase de transición política, expuso. En el mismo sentido, se debe considerar el lugar que tendrá Colombia en la geopolítica regional.
“La expectativa generada por el nuevo gobierno se encuentra en el abandono de la política de arrodillamiento frente a los Estados Unidos y de hostilidad frente a los países hermanos de Cuba y Venezuela, así como en una participación activa en los procesos de integración regional, trascendiendo los enfoques neoliberales impuestos al país en las últimas décadas”, concluyó.
arb/otf