Por Deisy Francis Mexidor
Sin embargo, la frustración es la definición exacta que se apoderó de muchos de los votantes que apostaron en noviembre de 2020 por el demócrata y que ahora asisten a la infeliz travesía de su agenda de gobierno.
La victoria de quien fuera vicepresidente durante el mandato de Barack Obama (2009-2017) venía de la mano de una ajustada mayoría alcanzada en el Congreso tras los comicios.
El escenario sacó a flote el optimismo entre partidarios de Biden, quienes dieron casi por hecho que su administración lograría impulsar un ambicioso programa en el plano doméstico.
Restituir los puentes de estabilidad social del país, donde ha primado un discurso de polarización y odio, con situaciones de gran tensión como fue el asalto al Capitolio de Estados Unidos por seguidores de Trump el 6 d enero de 2021.
Recuperar la economía del país tras los embates de la pandemia, instaurar un salario mínimo federal; gratuidad de estudios universitarios para la mayoría de los estudiantes, aumentar los recursos federales destinados a salud y educación.
Además terminar con la política migratoria de línea dura de su predecesor, dar prioridad a la lucha contra el cambio climático; enfrentar la Covid-19 –desmarcándose de la deficiente respuesta de la anterior administración- y resolver tensiones con aliados internacionales fueron algunos ejes de esa agenda.
Precisamente, un enfoque importante del primer año de la presidencia de Biden fue tratar de aprobar la legislación de inmigración en el Congreso sin resultados hasta el momento a la vista.
Para algunos analistas se repiten, en materia migratoria, las mismas políticas de Trump, pero sin el muro y además plantean que no está cumpliendo con las expectativas de muchos grupos comunitarios para defender el programa DACA que protege a los jóvenes inmigrantes elegibles que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños (conocido como Dreamers o Soñadores).
A juicio de activistas, Biden habló bastante en campaña como todos los políticos, pero aún no experimentan pasos prácticos hacia la deseada reforma migratoria.
No obstante, el ocupante del Despacho Oval emitió seis órdenes ejecutivas sobre inmigración que le dan al Congreso un marco para un proyecto de ley sobre el asunto.
Parte de los propósitos, como la vuelta de Estados Unidos al Acuerdo de París, lo cual es un elemento clave en el objetivo de combatir el calentamiento global, así como cambiar la estrategia de respuesta a la pandemia, le permitieron a Biden ganar puntos al comenzar su gestión presidencial. Los nubarrones de la variante delta del coronavirus SARS-CoV-2 y el fin de varios subsidios de desempleo, no favorecieron la intención del mandatario de potenciar su agenda doméstica.
Al propio tiempo el plan estrella de Biden de gasto social y climático conocido como Build Back Better (BBB) (Reconstruir mejor) de un monto inicial de 3,5 billones de dólares fue estrechándose y murió por las zancadillas de los propios miembros del Partido Demócrata en el Congreso.
El BBB suponía la mayor ampliación de la cobertura en el país desde el programa la Gran Sociedad implementado entre 1964-1965 por el entonces presidente Lyndon B. Johnson.
Solo navegó con mejor suerte –y es un punto a favor- el plan de infraestructuras de 1,2 billones de dólares para reparar puentes y carreteras, y tiene como objetivo hacer más competitivo a Estados Unidos frente a China.
Hoy en día, Estados Unidos no va en consonancia con su estatus de gran potencia económica del mundo. El porcentaje de inversiones públicas en infraestructuras cató del 2,7 por ciento al 0,7 por ciento del PIB, mientras que la nación asiática gasta tres veces más, señalan observadores.
Décadas de desinversión han hecho que el sistema de infraestructuras estadounidense fuera calificado con C-, de acuerdo con el informe 2021 del American Society of Civil Engineers.
Porque ahora se entra en una era en la que las iniciativas domésticas se enmarcan en términos de la competición con China, y donde la política exterior y la política interior están íntimamente ligadas, estiman expertos.
Otros temas siguen en el aire en un cada vez más complejo contexto político, lo que en un año electoral ha hecho mella en la imagen del Presidente Número 46.
Del 57 por ciento de apoyo alcanzado al término de sus primeros 100 días de gobierno, Biden experimentó una especie de caída libre en los números de los sondeos.
Actualmente el respaldo al gobernante ronda el 40 por ciento, una mengua que empezó a reflejarse desde septiembre pasado después de la caótica retirada de las fuerzas estadounidenses en Afganistán.
SOBRE LO QUE SUCEDE EN CASA
Para el economista Marc Mealy “el fuerte, pero temporal periodo de recuperación económica en Estados Unidos, que redujo la demanda, tras lo peor de la pandemia de la Covid-19, dio paso a un conjunto conocido de desequilibrios económicos estructurales (escasez de viviendas asequibles y de bienes de consumo)”.
En declaraciones exclusivas a Prensa Latina desde Washington, D.C, el vicepresidente senior de Política del Consejo Empresarial EEUU-ASEAN se refirió a los esfuerzos de la administración Biden para abordar los retos actuales.
Según sus consideraciones los factores mencionados “podrían obstaculizar la recuperación y empujar a la economía estadounidense a otra recesión en 2022” (una mala noticia en año electoral).
Biden y su equipo hablan de una serie de posibles medidas, pero hasta la fecha se ha centrado principalmente –dijo- en el uso de la política monetaria para combatir la creciente inflación (que opinan la causó el incremento de los niveles salariales).
Añadió que los críticos de la derecha y de la izquierda han argumentado que el aumento de los tipos de interés no reducirá la inflación y conducirá a un menor crecimiento de la economía real.
En cierto modo, la política de la Administración Biden centrada en el aumento de los tipos de interés, que durante un largo periodo de tiempo se mantuvieron en niveles bajos en beneficio de los titulares de activos financieros y de las multinacionales, acotó.
Hace poco la Reserva Federal elevó los tipos de interés a corto plazo en 0,75 puntos porcentuales, la mayor subida desde el año 1994, en medio de su lucha por frenar el repunte histórico de la inflación.
La medida elevó su tasa de referencia del 1,5 por ciento al 1,75 por ciento, las cifras más altas reportadas desde que irrumpió la pandemia en marzo de 2020.
Al momento de redactar este trabajo el índice de precios al consumidor (IPC) se había incrementado en 8,6 % durante los últimos 12 meses, incluido mayo, la tasa de alza más alta en cuatro décadas.
Mealy, quien de 1999 a 2001 fue miembro del personal profesional de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, advirtió como probable que la eficacia de los esfuerzos de la administración a nivel interno también se vea afectada por las tendencias actuales de los mercados mundiales y las cadenas de suministro.
Ambos sufrieron “repetidas sacudidas relacionadas con el cambio climático, las guerras y el uso ampliado de medidas de política comercial, financiera y tecnológica internacional por parte de Estados Unidos contra un número cada vez mayor de naciones”, subrayó.
En comentarios también a Prensa Latina, el analista Ryan Napoli, de la plataforma Activist News Network, indicó que Biden llegó a la presidencia con la promesa de ser diferente a Donald Trump. “Sin embargo, hemos visto un completo fracaso en el cumplimiento de sus promesas, en todos los frentes”, sentenció.
El actual gobernante “aumentó la financiación de la policía y se ha convertido en el nuevo deportador-en-jefe”, afirmó Napoli.
“Hemos visto en la frontera cómo Biden trató a los inmigrantes haitianos y a otros de la diáspora africana y negra. Ha deportado y detenido a más migrantes, en particular a los afrodescendientes, en cifras mayores que las que sufrimos bajo Trump”, apuntó.
El mandatario aumentó los fondos para la policía, cuando “prometió que haría lo contrario”, acotó Napoli.
En lugar de invertir en el bienestar de la gente, que se enfrenta a la inflación de los precios de los alimentos y los combustibles, y a la escasez de artículos esenciales como la leche de fórmula para bebés o los productos higiénicos para mujeres ha exportado los dólares de las y los contribuyentes, insistió el abogado.
“Nuestros dólares de impuestos van a Ucrania para apoyar y ejecutar su agenda imperial y hegemónica contra Rusia y China”, afirmó.
La mayoría de las promesas de campaña básicas no las ha cumplido como perdonar los préstamos estudiantiles y la deuda, explicó al insistir que “no ha ofrecido casi nada y puso al Partido Demócrata en peligro para las elecciones que vienen”.
También allanó el camino para la continuación de un movimiento de extrema derecha que debería ser una preocupación para todos, especialmente a los estadounidenses no blancos, concluyó.
El asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 por seguidores de Trump que pretendieron detener la certificación de la victoria de Biden alentados por la falsa teoría del fraude electoral, fue una expresión de esa sociedad cada vez más polarizada y en la cual, también, son más los hechos de terrorismo doméstico.
Más de 230 tiroteos ocurrieron en el país en lo que va de año, las masacres el 14 y 24 de mayo en un supermercado de Buffalo (Nueva York) y en una escuela primaria de Uvalde, en Texas, reavivaron el debate nacional sobre el control de armas de fuego y el pedido de acciones urgentes para enfrentar lo que el propio Biden denominó la epidemia que desangra al país.
Tras semanas de negociaciones, al aparecer, se encaminaba una ley, luego de la aprobación en el Senado la noche del 23 de junio un proyecto sobre las armas, la más importante iniciativa en décadas.
ENTONCES, ¿QUÉ?
Estados Unidos pierde hegemonía y atraviesa por una de las peores crisis de su historia, es la conclusión de un colega.
Según el senador republicano por Luisiana John Neely Kennedy “el 70 por ciento del pueblo estadounidense cree que vamos en la dirección equivocada».
«Estamos en un lío tremendo. La inflación está golpeando con tanta fuerza a mi gente que está tosiendo huesos. Es la más alta de los últimos 40 años», señaló el político al presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, en una reciente reunión del Comité Bancario de la Cámara Alta.
«Nuestra deuda nacional es mayor que nuestra producción, la delincuencia aumentó, la frontera está abierta, el respeto por las instituciones bajó mucho”, expresó Kennedy, citado en medios locales.
Cuando en noviembre del pasado año Terry McAuliffe perdió en Virginia una reñida elección para gobernador frente Glenn Youngkin, primer republicano en obtener un cargo estatal desde 2009 no pocos observadores plantearon que ese era un mal augurio para los demócratas.
La derrota de McAuliffe en un estado que Biden se llevó por dos dígitos en 2020 puso de manifiesto entonces los enormes desafíos a enfrentar hasta los comicios de medio término a la vuelta de unos meses.
Los dos predecesores más inmediatos de Biden en la Casa Blanca sufrieron cifras negativas en los sondeos en vísperas de sus primeras elecciones de mitad de mandato y ambos vieron cómo su partido perdía el control de la Cámara de Representantes.
En noviembre de 2010, el índice de aprobación de Barack Obama bajó, mientras los republicanos aprovechaban una poderosa ola roja impulsada por el Tea Party para dar la vuelta en ese hemiciclo.
Con esas experiencias los demócratas temen lo que se avecina en noviembre cuando, en medio de tantos problemas sobre la mesa, se decidirá el nuevo balance de fuerzas en el Capitolio.
De momento, las malas notas de Biden persisten, aunque el presidente cree que no llegó a la Casa Blanca para estar pensando en las encuestas.
arb/dfm
(Este texto forma parte de la sección Escáner: periodismo profundo de Prensa Latina e incluye contenido multimedia)