Por Osvaldo Cardosa
Corresponsal de Prensa Latina en Brasil
El homicidio ocurrió en la madrugada del 10 de julio, cuando el policía penal federal Jorge Guaranho, confeso bolsonarista (partidario del mandatario de tendencia ultraderechista Jair Bolsonaro), interrumpió a tiros la fiesta del cumpleaños 50 de Arruda (armado también) en la sede de la Asociación Deportiva Salud Física Itaipú.
Guaranho fue herido en el intercambio de disparos y permanece internado en un hospital de la localidad. Imágenes de una cámara de seguridad registraron el momento en que ambos discutían fuera de la fiesta, antes que el bolsonarista matara a balazos al tesorero del Partido de los Trabajadores (PT) en el distrito.
El fiscal Tiago Lisboa Mendonça informó que tan pronto como el agente esté en condiciones, será escuchado.
Según el PT, Bolsonaro siempre alentó este flagelo en su carrera pública, que comenzó con un plan para volar el Gasómetro de Río de Janeiro (estructura utilizada para la generación o almacenamiento de gas natural o urbano) en 1988.
“La extrema derecha viene sembrando el odio y cometiendo sucesivamente amenazas, agresiones, asesinatos y atentados contra la oposición”, alertó el partido.
En similar arista, el movimiento Vamos Juntos Por Brasil, el cual agrupa a siete organizaciones políticas, denunció que el ensañamiento resulta estimulado “por las actitudes y el discurso de odio del actual presidente de la República contra todos los que de él divergen o le hacen oposición”.
Los partidos describen en un documento entregado a la Fiscalía, con copia remitida al Supremo Tribunal Federal, la escalada de violencia política desencadenada por Bolsonaro en el país desde 2018, y enumeran los principales casos.
En estos hay contextualización de las palabras del exparacaidista, incluso fotos, incitando a la violencia y estimulando a los brasileños a armarse.
Un estudio realizado por el Observatorio de la Violencia Política y Electoral de la Universidad Federal de Río de Janeiro muestra que este tipo de agresión aumentó 335 por ciento en solo tres años.
En lo que va de 2022, la investigación desvela que se registraron 214 casos de violencia política, con 40 personas asesinadas entre enero y junio. Tal número es casi cinco veces más alto que lo registrado en 2019, que fueron 47.
La pesquisa señala que las amenazas son las principales formas de acometividad contra las víctimas. Entre abril y junio, 37 líderes (36,6 por ciento) sufrieron algún tipo de intimidación.
El estado de Sao Paulo lidera los casos de violencia política, con 17, seguido por Bahía y Río con 10 cada uno.
De igual manera, 22 organizaciones políticas fueron afectadas por la violencia. El Partido Social Democrático fue la sigla más golpeada (12 casos), seguido por el Liberal (10), de la Social Democracia Brasileña y Republicanos (nueve), PT (siete) y Socialismo y Libertad (seis). Ocho víctimas no tenían afiliaciones confirmadas.
El observatorio define la violencia política como “cualquier tipo de agresión que tenga el objetivo de interferir en la acción directa de los líderes políticos», como limitar actuación, silenciamiento, imposición de intereses y eliminación de oponentes.
QUIEN MANDÓ A MATAR A MARIELLE
A raíz del caso de Arruda, en una cronología de atentados de la extrema derecha, el PT mencionó como acontecimiento emblemático el asesinato de la concejala negra y defensora de los derechos humanos Marielle Franco, el 14 de marzo de 2018.
Franco, del Partido Socialismo y Libertad, y su chofer Anderson Gomes fueron ultimados en una céntrica zona de Río en la noche del 14 de marzo de 2018. Trece disparos de una subametralladora HK MP5, de alta precisión y utilizada solo por fuerzas policiales de élite, alcanzaron el vehículo en que se trasladaban.
Las familias de ambos aseguran haber perdido la esperanza en el esclarecimiento del delito.
De acuerdo con la cuarta edición de la encuesta Donde yace la impunidad, realizada por el Instituto Sou da Paz, solo se resuelve un 44 por ciento de los homicidios en el gigante suramericano.
En todo este periodo, la indagación apunta a la participación de milicianos de las fuerzas de seguridad. A propósito del suceso, la Fiscalía de Río sospecha que el autor intelectual del crimen fue el concejal Cristiano Girão o el consejero del Tribunal de Cuentas del estado Domingos Brazão.
El 14 de marzo de 2019, el policía retirado Ronnie Lessa y el exoficial militar Élcio Queiroz fueron arrestados bajo los cargos de ser los autores materiales del crimen.
La motivación aún no está clara, pero según denuncias, Franco fue asesinada por su militancia a favor de los derechos humanos.
Autoridades cercanas a la investigación aseguran que las razones que llevaron a los ataques mortales estaban vinculadas a las causas que la activista defendía.
El caso tuvo repercusión internacional y convirtió a la socióloga y feminista en un símbolo político en la lucha por los derechos humanos y la mayor participación de las mujeres negras en los espacios de poder en Brasil.
Después de cuatro años, la pregunta: «¿Quién mandó a matar a Marielle Franco?» sigue sin respuesta.
EVITAR PROVOCACIÓN
Tras el parricidio del cajero petista en Foz de Iguazú, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva lamentó la muerte y manifestó que, en su fiesta de aniversario, el agente de protección “tenía como tema el PT y la esperanza en el futuro; con la alegría de un padre que acaba de tener otra hija”.
El exgobernante reiteró que Brasil necesita “democracia, diálogo, tolerancia y paz».
Y como era de esperar en un acto público en Brasilia el 12 de julio, la violencia política fue uno de los puntos centrales del evento.
En la apertura, la presidenta nacional del PT, Gleisi Hoffmann, pidió un minuto de silencio por los muertos por motivos políticos y citó a Marielle Franco y Anderson Gomes; el maestro de capoeira Moa do Katendê, muerto a puñaladas en 2018 tras declarar que votaría por Lula; el indigenista Bruno Pereira y el periodista inglés Dom Phillips; y Arruda.
Cuando discursó Lula retomó el tema y en una analogía indirecta con Bolsonaro y sin citar el nombre del excapitán del Ejército, esclareció que, en su larga trayectoria política, no hay vestigios de violencia.
«Están intentando hacer de las campañas electorales una guerra. Están queriendo decir que tiene una polarización criminal. Es interesante, porque el PT polariza las elecciones para presidente desde 1994», enfatizó.
Rememoró, incluso, “cuando perdí ante (Fernando) Collor. Regresé a casa cada vez que fui derrotado. Lamentaba haber perdido las elecciones y me preparaba para otra disputa”, refirió.
Sin embargo, el expresidente hizo ahora un llamado a sus partidarios para que no se inmiscuyan en atentados. «No quiero ver a nadie aceptar provocación. Son tres meses en que vamos a multiplicarnos en las calles. Vamos a seguir haciendo marchas. Vamos a tener que dar una lección de moral que ni (Mahatma) Gandhi dio», certificó.
Aseveró que su partido y seguidores no necesitan pelear, pues “nuestra arma es nuestra tranquilidad. No tenemos que aceptar la provocación”, remarcó.
Hasta la fecha, Lula lidera todas las encuestas de opinión rumbo al sufragio del 2 de octubre, en el que pretenderá reelegirse Bolsonaro. arb/ocs