“Es un importante aporte para reflexionar sobre la historia de nuestras luchas desde la Colonia por nuestras tierras, en la República por reconocimiento de ciudadanía y cómo a pesar de la violencia en contra del movimiento indígena llegamos a gobernarnos. Ahora volvimos millones”, escribió el líder del Movimiento al Socialismo.
Al referirse al volumen que aborda la represión contra las rebeliones indígenas desde Tupac Amaru y Tupac Katari (siglo XVIII) hasta más recientemente Evo Morales, el historiador Pablo Quísbert advirtió que el gobierno de Jeanine Áñez exponía como un éxito “la pacificación del país”.
“Tras lo ocurrido en Sacaba y Senkata no podía caber la menor duda de que quienes decidieron emplear ese término estaban consciente de su significado, porque desde el período colonial pacificación era un sinónimo de guerra violenta” a sangre y fuego, explicó.
Indicó que esa lógica de ejercicio de la violencia con orígenes en la experiencia colonial ha perdurado hasta los albores del siglo XXI.
“El libro demuestra la continuidad de una política de escarmiento, una suerte de pedagogía del terror y el miedo con el objetivo de evitar a toda costa el surgimiento de los intentos de rebeldía”, comentó el intelectual de origen aymara.
Tellería explicó que los archivos y los escritos publicados sobre las distintas rebeliones omitieron los datos sobre el número de indígenas muertos y castigados durante la represión a esas grandes rebeliones surgidas en el altiplano, que sobre todo incluían un gran proyecto liberador.
Según Tellería, el afán de descalificar en las sentencias a los indígenas castigados confirma el racismo de las elites de poder, lo cual se evidenció también durante el golpe de Estado de 2019.
Subrayó que en libro se refleja el genocidio cultural, lo cual queda explícito desde la sentencia contra Túpac Katari en la que se expresa que se prohíbe usar los trajes tradicionales, además de menospreciar sus cualidades psicosociales.
“Tampoco podemos olvidar la quema de la whipala y la entrada de la Biblia al Palacio, que en su momento representó la constatación de tratar de hacer un genocidio cultural”, agregó en referencia a las revueltas que dieron lugar a un gobierno de facto en fecha más reciente.
Quintana, en tanto, al referirse al golpe de Estado de noviembre de 2019 con el respaldo de Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos, consideró que estos y sus aliados nacionales no podían quedar con los brazos cruzados ante la osadía de emprender un proyecto de autonomía política de un pueblo sometido por más de 500 años a la opresión colonial y neocolonial.
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