La expectación respecto al enfrentamiento armado iniciado en noviembre de 2020 comenzó a disminuir a finales de 2021, cuando las huestes gubernamentales liberaron las áreas ocupadas por el TPLF (siglas en inglés) en los estados regionales de Afar y Amhara.
Aunque no desapareció, bajó aún más en marzo último, a propósito de la declaración unilateral del gobierno de un armisticio indefinido, con el propósito de adoptar medidas extraordinarias en Tigray para salvar vidas y disminuir el sufrimiento de los ciudadanos.
Salvo escaramuzas, desde entonces la contienda salió de los campos de batalla del norte etíope y recaló en el escenario diplomático, colmado de acusaciones y críticas cruzadas acerca de las respectivas acciones para facilitar u obstaculizar el arribo de ayuda humanitaria a millones de personas.
Entre esas imputaciones y una vida golpeada por vicisitudes, incluida una agobiante inflación de la cual culpan a la crisis mundial que provocó la Covid-19 y agudizó la situación en Ucrania, menguó la atención de los etíopes a la conflagración doméstica, si bien siempre miraron de reojo hacia el norte.
Lo que no cambió fue el contexto, el encarecimiento de la vida persiste pese a las gestiones del gobierno, y fue sacudido por una embestida de las fuerzas tigriñas esta semana, cuando muchos soñaban con una solución pacífica del conflicto.
El TPLF lanzó una ofensiva en Bisober, Zobil y Tekulesh, áreas del Frente Oriental de la nación, luego de una intensa propaganda en la cual acusó a las autoridades federales del fracaso definitivo, sin siquiera comenzar, del proceso de paz.
Ocurrieron los ataques apenas comenzaba la jornada del miércoles, según declaró el Servicio de Comunicación gubernamental, que llama terrorista al grupo y lo acusó de violar el alto al fuego y socavar los esfuerzos en curso para finiquitar la guerra.
Ayer mismo, además, sus soldados asaltaron un almacén en Mekele, capital de Tigray, y se llevaron 12 camiones cisterna con 570 mil litros de combustible pertenecientes al Programa Mundial de Alimentos, de acuerdo con una declaración de Naciones Unidas.
Stephane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, manifestó que no pudo impedirse el saqueo de esa reserva, la cual debía “utilizarse exclusivamente con fines humanitarios, para la distribución de alimentos, fertilizantes y otros artículos de ayuda de emergencia”.
Incluso más temprano, el martes en la noche, fue derribado un avión que invadía el espacio aéreo de Etiopía desde el territorio de Sudán, cargado con armas que supuestamente serían entregadas a líderes del TPLF.
La Fuerza Aérea de Etiopía notificó la acción, detalló cómo la aeronave sobrevoló el norte de Humera, una ciudad ubicada en espacio tigriño, y advirtió que todas sus unidades están dispuestas y tienen preparación para salvaguardar la soberanía nacional.
Todos estos sucesos inquietan sobremanera a los etíopes, quienes necesitan paz y estabilidad para tratar de solucionar sus problemas y anhelan vivir los últimos días de este, su año 2014, y los primeros del 2015, con auténticas razones para festejar.
Etiopía vive al ritmo del calendario juliano, que tiene retraso respecto al gregoriano. Usualmente, su almanaque comienza el 11 de septiembre, excepto cada cuatro años, cuando inicia el 12. El año 2015 empieza aproximadamente dentro de dos semanas.
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