Miles de personas se manifestaron en Puerto Príncipe, Cabo Haitiano (norte), Jacmel (sudeste), Miragoane (sur), Petit Goave (oeste) y otras ciudades. Erigieron barricadas, incendiaron edificios, bloquearon carreteras y reclamaron la renuncia del primer ministro, Ariel Henry, a quien responsabilizan por la situación.
“Ya no podemos más, el precio del arroz se cuatriplicó y la gasolina solo se puede comprar en la calle”, dijo a Orbe Jean Felix, quien se gana la vida como taxista a bordo de su motocicleta.
En la capital, presuntos miembros de pandillas abrieron fuego contra la movilización y asesinaron a Nelson Vincent, militante de la plataforma Esklav Revolte (Revuelta de esclavos) a la altura de Delmas 38.
Mientras que, en Cabo Haitiano, los manifestantes liderados por el exsenador y coordinador del partido Pitit Dessalines, Moïse Jean Charles, amenazaron con incendiar las instituciones bancarias si no se frenaba la depreciación de la moneda nacional, que perdió más del 30 por ciento de su valor este año.
La violencia y la crisis económica aumentaron en el país caribeño con los conflictos entre pandillas que han ocasionado la muerte de más de 500 personas desde finales de abril, como consecuencia de la guerra territorial. Esos grupos ganaron aún más poder tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse. El asesinato de al menos ocho personas en Cité Doudoune, entre ellas una madre y sus dos hijas cuyos cuerpos fueron quemados, es el más reciente ejemplo de la ola violenta que sacude al país.
A la par, el proceso inflacionario disparó los precios de los productos básicos y el auge del mercado informal de combustible quintuplicó el valor de ese producto, lo que a su vez incrementó los costos de la transportación y la generación de energía.
El ciclo que parece infinito ha empujado a decenas de miles de personas a migrar, entre ellos, muchos empresarios que llevaron sus negocios fuera de las fronteras, aumentando la cifra de millones de desempleados en una nación en perenne crisis.
(Tomado de Orbe)