Acorde con un informe técnico difundido por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), estos signos son especialmente evidentes en algunas de las principales ciudades donde el virus llegó temprano y se propagó rápidamente, como Nueva York, Chicago y San Francisco.
La cifra de enfermos informados tiene una tendencia a la baja desde mediados de agosto, con una caída de alrededor del 20 por ciento desde el 10 de agosto hasta el 26, y los recuentos de casos nuevos en los últimos días disminuyen, según se desprende de los datos aportados por la entidad.
No obstante, algunos especialistas estiman que es pronto para cantar victoria.
Anne Rimoin, epidemióloga de la Universidad de California, en la ciudad de Los Ángeles, estimó los casos podrían aumentar nuevamente, si los proveedores y los pacientes en riesgo bajan la guardia y dejan de realizar tests o adoptar conductas atenuantes.
«Necesitamos estar observando los datos cuidadosamente y seguir avanzando para aumentar las pruebas, incrementar el acceso a la atención y garantizar que todos los que están en riesgo tengan acceso a las vacunas», expresó la experta, citada por el Servicio de Radiodifusión Pública.
Por otra parte, la misma fuente citó a la epidemióloga Caitlin Rivers, de la Universidad Johns Hopkins, que consideró que dado el tamaño y la diversidad de los Estados Unidos, todavía existe una incertidumbre considerable sobre cómo se desarrollará el brote en diferentes partes del país.
El recuento de casos en estados grandes y poblados como Texas, California y Nueva York, que fueron afectados al principio de la enfermedad, se ralentiza justo cuando en otros como Oregón, Virginia e Indiana comienzan a acelerarse, afirmó.
De acuerdo con datos de los CDC, existen en la nación norteña 19 mil 962 diagnosticados con el virus, y los territorios más afectados son California (tres mil 833), Nueva York (tres mil 403), Florida (mil 991), Texas (mil 730), Georgia (mil 445) e Illinois (mil 87).
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