Puro son cubano bajaba del escenario, limpio y melodioso gracias al talento interpretativo de la agrupación cubana ganadora de dos premios Grammy Latino y la exquisita calidad acústica del lugar.
Los japoneses coreaban los temas en perfecto español, guiados por los carismáticos vocalistas expertos en materia de complicidad con el público. La única frase nipona era “arigato”, repetida y repetida tras concluir cada tema.
Otra vez la música borró barreras idiomáticas. La verdad, ni falta hacía entender las palabras. La verdadera comunicación fluía a través de las sonrisas, los hombros que se zarandeaban y la contagiosa sonoridad salida de las maracas, el cencerro, la trompeta, las tumbadoras, el bongó, las claves, el güiro, el contrabajo, la guitarra y el tres.
“Estamos contentos con el recibimiento que hemos tenido aquí. Ha habido un intercambio de energía, una química especial. En el escenario nos sentíamos emocionados de ver tanta gente entregada a la música tradicional cubana”, declaró a Prensa Latina (PL) el director del Septeto Santiaguero, Fernando Dewar.
El repertorio interpretado por el conjunto sonero perteneció en su mayoría al disco “A mí qué. Tributo a los clásicos cubanos”, con el cual fueron galardonados en 2018 por la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación.
La velada devino entonces un recorrido por varias piezas icónicas del pentagrama de la mayor de las Antillas como Santa Bárbara (Qué viva Changó), el Guararey de Pastora, No me voy a disgustar, Qué te hace pensar (Alma mía), Resulta un enigma, A mí qué, entre otras.
Además de Tokio, el periplo de la agrupación cubana por tierra nipona incluirá paradas en las ciudades Nagoya y Osaka, como parte de la gira ¡Vívela! Salsa Tour, organizada por el Centro Cultural Tiempo Iberoamericano.
El director de la organización sin fines de lucro radicada en Japón, Santiago Herrera, mencionó a PL que luego de 25 años invitando orquestas salseras tenían una deuda con el son y, para saldarla, trajeron al grupo que actualmente consideran “máximo representante del género”.
La noche avanzaba y los ánimos continuaban como al principio. Llegó el turno de “La meneadera” y con este tema se soltaron las cinturas. A golpe de percusión la multitud se fue contagiando poco a poco de folclore cubano y hasta olvidé que estaba en Japón.
“Esa familia a mí no conviene” marcaba el fin del espectáculo, pero los espectadores querían “otra” “otra” “otra” … Complaciendo peticiones, el Septeto Santiaguero regaló “Lágrimas negras”
Para el cierre definitivo, otra vez la “Guarapachanga” resonó en el local atiborrado de gente con mascarillas sanitarias. Los bailadores hallaban el espacio para sincronizar los pasos en pareja, algunos vestidos con trajes, sombreros y zapatos de piel.
Luego del último “arigato” llovieron los aplausos.
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